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Las opciones de Grecia

Y es que si, como pretende Tsipras, la UE debe ceñirse a lo que los griegos decidieron en las urnas, la solución será imposible. El Primer Ministro griego sabe mejor que nadie que no es viable declarar la condonación de la deuda o revivir convenios que ya habían pasado a mejor vida como parte de acuerdos previos a esta fase de la crisis.

9 de junio de 2015 Por:

Y es que si, como pretende Tsipras, la UE debe ceñirse a lo que los griegos decidieron en las urnas, la solución será imposible. El Primer Ministro griego sabe mejor que nadie que no es viable declarar la condonación de la deuda o revivir convenios que ya habían pasado a mejor vida como parte de acuerdos previos a esta fase de la crisis.

A pesar de representar tan solo el 2% del PIB de la Unión Europea, Grecia es uno de los dos temas estrella, junto a Ucrania, de la cumbre del G-7 que comenzó este domingo en Alemania. No exageran las grandes potencias. Como ha pedido el presidente de los Estados Unidos a sus socios, es urgente evitar “un accidente” en el manejo de su actual crisis “que ponga en riesgo la recuperación económica y la estabilidad de la región”. ¿De qué “accidente” habla Barack Obama? Del que pueda echar por la borda la etapa final de negociaciones entre las partes –acreedores y estados de la UE por un lado y gobierno griego por el otro–, para pretender salidas que cada vez más parecen no existir, a no ser que se asuman realidades en este duelo que presentan como un diálogo. Que lo digan los calificativos del primer ministro Tsipras al considerar “irreal” y “absurda” la proposición de los socios de la Unión Europea de que Grecia comience a cumplir con sus obligaciones contraídas. ¿Y cómo calificar a su vez su contrapropuesta de pedir “una solución integral” que ponga fin a la incertidumbre que genera una posible salida de Grecia del euro? La respuesta no la tienen Atenas y quienes negocian con ella, sino quienes interpretan esa pretendida solución como un “aquí no ha pasado nada”, precedente del que se podrían colgar los que están en la fila de deudores, como España o Portugal. Ese, el de la permisividad, sería el “accidente” del que habla Obama. Y que sería causado porque las autoridades europeas socializaron la deuda contraída por Grecia con los bancos privados, temiendo el default que rompería el sistema. Y es que si, como pretende Tsipras, la UE debe ceñirse a lo que los griegos decidieron en las urnas, la solución será imposible. El Primer Ministro griego sabe mejor que nadie que no es viable declarar la condonación de la deuda o revivir convenios que ya habían pasado a mejor vida como parte de acuerdos previos a esta fase de la crisis. Y menos aventurarse a considerar que los demás, incluidos sus acreedores, enderecen la maltrecha economía griega. Qué más quisieran ellos, pero si alguien está obligado a salir del atolladero son quienes generaron el colapso. Eso no niega la tragedia de su pueblo. Grecia está en rodando por el abismo, pero aún puede terminar más hondo si a la caída del 25% de su PIB en los últimos cinco años y al 25%, de desempleo se le agrega que la economía ha dejado de funcionar porque el pesimismo sobre la negociación es total, mientras los bancos ven como las cuentas de sus clientes se reducen en cascada, temerosos de que sus ahorros queden un tiempo incierto bajo llave. Mientras Rusia emerge como posible tabla de salvación, lo que para muchos significaría vender el alma a un vecino poco confiable, Grecia se mantiene en exigir lo que está en incapacidad de exigir. A finales del siglo pasado, América Latina vivió una situación similar, y terminó pagando con una década perdida. Entonces comprobamos, como a lo mejor lo comprobarán los griegos ahora, que no hay plazo que no se cumpla y deuda que no se venza.

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