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Las heridas de la Amazonia

Ayer se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente y Colombia fue sede virtual de un evento que recuerda cada año la necesidad de salvar el Planeta. Las cifras de deforestación en el Amazonas de nuestro país, conocidas esta semana, fueron la nota disonante.

5 de junio de 2020 Por: Editorial .

Ayer se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente y Colombia fue sede virtual de un evento que recuerda cada año la necesidad de salvar el Planeta. Las cifras de deforestación en el Amazonas de nuestro país, conocidas esta semana, fueron la nota disonante.

En la región donde se encuentran las más extensas zonas de reserva forestal nacional, que albergan una de las mayores biodiversidades de la Tierra y en la que aún viven comunidades indígenas ancestrales que no han tenido contacto con el resto de la humanidad, se talaron en los cuatro primeros meses de este año 75.031 hectáreas de bosques.
Alarmante, por decir lo menos, porque es la misma cantidad que fue arrasada en todo el 2019 en esa zona del país, lo cual hace prever un panorama desolador al finalizar este 2020.

Cuando se pensaba que el confinamiento le daría un respiro a la naturaleza, los depredadores que en beneficio propio acaban con los recursos más preciados para los colombianos, arremetieron contra el Amazonas. Se sabe que la tala en la selva tiene relación directa con el narcotráfico, con la minería ilegal y con la expansión ilícita de tierras para la agricultura y la ganadería.

Si cabía alguna duda, esta quedó despejada cuando al comenzar la cuarentena decretada por el coronavirus, los guardabosques y los líderes de las comunidades raizales que cuidan esos recursos naturales fueron obligados a retirarse bajo amenazas. Hoy es notable el daño que desde entonces se le ha causado a ese mar verde que se expande a través de 483.119 de kilómetros cuadrados, de los cuales 404.149 Km2 son bosques nativos, y que ocupa el 40% del territorio nacional.

Los parches en medio de la selva son cada vez más visibles cuando se sobrevuela la región o se hace un monitoreo satelital. Ese despeje malhadado ha dejado también a la vista los 280 kilómetros de carreteras construidos en forma clandestina, que sirven para el negocio de los cultivos ilícitos y el tráfico de drogas, para la minería o la industria maderera ilícitas.

Bajo amenaza están los patrimonios natural y cultural de la Nación si se tiene en cuenta que la deforestación ha llegado hasta territorios protegidos como Chiribiquete, donde hay más de 70.000 pinturas rupestres que datan algunas de 20.000 años de antigüedad y donde se cree que viven 21 tribus totalmente aisladas de la civilización. Cerca de los tepuyes, las formaciones rocosas milenarias que se levantan como torres en medio de la selva, del resguardo Nukak-Makú, se ven las heridas de la deforestación en la selva y en ellas los cultivos de coca y marihuana que se expanden sin control.

A la Amazonia colombiana, donde el misterio y las dificultades de acceso eran antes los mejores guardianes protectores, los depredadores humanos se la están comiendo sin vergüenza y sin quién los detenga. Por supuesto hay que reconocer los esfuerzos de las autoridades para cuidarla, pero es evidente que se está fallando en el propósito.

La cuestión es saber qué se va a hacer para detener esa deforestación y cómo se le va a ganar esta guerra a las manos criminales que están detrás de ella. No bastan las reuniones ni las promesas que abundan en días mundiales como el del Medio Ambiente cuando lo que está en juego es el patrimonio natural de Colombia, que es el de toda la humanidad.

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