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Las denuncias de Monseñor

"A uno le da pesar que Buenaventura esté sumida en esta crisis porque nadie hace nada a favor de la gente"', dijo monseñor Héctor Epalza. Es el reclamo latente desde hace décadas, salido de una sociedad a la cual no se le han brindado las oportunidades necesarias para crearse sus oportunidades".

31 de agosto de 2011 Por:

"A uno le da pesar que Buenaventura esté sumida en esta crisis porque nadie hace nada a favor de la gente"', dijo monseñor Héctor Epalza. Es el reclamo latente desde hace décadas, salido de una sociedad a la cual no se le han brindado las oportunidades necesarias para crearse sus oportunidades".

De nuevo, la situación de Buenaventura es puesta de relevo por su obispo, monseñor Héctor Epalza. Por el bien de las miles de personas que viven en esa ciudad, sus declaraciones deben ser escuchadas para evitar que el silencio siga siendo el caldo donde se cultivan y alimentan los conflictos sociales y la violencia producidas por los grupos ilegales que pretenden controlar una región vital para Colombia. Con entereza, monseñor Epalza vuelve a denunciar la existencia de muchos conflictos cubiertos por el silencio que genera el miedo a las retaliaciones de los criminales. Su denuncia tiene el valor de desnudar la cadena de amenazas, extorsiones y crímenes que se cometen al amparo de una aparente reducción en los índices de criminalidad que el prelado se encarga de desmentir al destacar que en los primeros seis meses del 2011 se produjeron 138 homicidios, “el 60% de personas jóvenes”. En la entrevista publicada en El País el pasado viernes, el Obispo de Buenaventura no vacila en denunciar también el abandono y la indiferencia en que está sumida la ciudad más importante del Pacífico colombiano. Indiferencia que se origina en un gobierno municipal cuestionado y afectado por frecuentes acusaciones de corrupción y de poner sus recursos públicos al servicio de intereses oscuros, Sin que exista control sobre esos procedimientos y sobre el uso de los dineros del Municipio. “A uno le da pesar que Buenaventura esté sumida en esta crisis porque nadie hace nada a favor de la gente”, dijo monseñor Epalza. Es el reclamo latente desde hace décadas, salido de una sociedad a la cual no se le han brindado las oportunidades necesarias para crearse sus oportunidades. Una sociedad pendiente de lo que pueda ocurrir con la actividad portuaria para encontrar trabajo, mientras a su alrededor se han asentado todo tipo de delincuencias empeñadas en explotar las ventajas estratégicas para el narcotráfico, para el contrabando. Que debe padecer el estigma por los hechos que ocurren en su ciudad mientras registra la manera en que las organizaciones criminales se llevan a sus jóvenes o los convierten en víctimas de sus intereses.Por supuesto que el Estado quiere ayudar a esa sociedad. Pero ya no puede seguir pensando que las cosas se arreglan con programas asistenciales, o que la construcción de megaobras como la doble calzada y el dragado de la bahía serán la redención. Las autoridades nacionales deben reconocer que mientras tanto crecen fenómenos destructivos como la minería ilegal o la presencia de las Farc y las bandas criminales, convenientemente alineadas para explotar los negocios que ofrece la precaria presencia de la autoridad. Que siempre será insuficiente mientras los ciudadanos no sientan a su lado un Estado fuerte y un Gobierno Municipal confiable. El llamado de monseñor Epalza debe ser atendido. Su preocupación no es sólo la de un pastor que denuncia lo que les ocurre a sus feligreses. Es ante todo el testimonio de un hombre que lleva siete años viviendo lo que ocurre en Buenaventura y presenciando el daño que causan el abandono, la violencia y la corrupción rampante de la política en ese municipio.

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