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Las amenazas mineras

"La ‘locomotora’ minera de la que habla con frecuencia el presidente Santos, que se explica desde las cifras y desde su potencial económico para el país, pero que, para el caso del Chocó y de tantas regiones de Colombia, no parece reparar en las pérdidas en recursos naturales o en el deterioro social".

24 de septiembre de 2011 Por:

"La ‘locomotora’ minera de la que habla con frecuencia el presidente Santos, que se explica desde las cifras y desde su potencial económico para el país, pero que, para el caso del Chocó y de tantas regiones de Colombia, no parece reparar en las pérdidas en recursos naturales o en el deterioro social".

Entre la riqueza de su biodiversidad y la pobreza; entre la lucha por conservar sus tierras y las decisiones del centralismo que no tienen en cuenta sus realidades; entre el miedo hacia la violencia que los circunda y la indignación frente a la corrupción que destruye sus entidades públicas. Así viven los habitantes del Chocó.Es el Departamento que ahora mira con temor e impotencia la ‘locomotora’ minera que se echó a andar desde Bogotá, a la que ve como otra amenaza. Nadie convence a los chocoanos de los beneficios económicos y sociales que puede traer la explotación minera a gran escala en su región. Como tampoco creen que los daños sobre sus recursos naturales serán mínimos.Así lo sienten las 2.500 familias de comunidades negras e indígenas a las que el fin de semana el Incoder les entregó títulos de propiedad de 73.000 hectáreas en el Alto Atrato. En medio de la alegría, les angustia saber que si bien esas tierras son suyas, el Gobierno otorgó licencia para explotar oro y platino en el subsuelo en 55.000 de esas hectáreas. El temor los ronda, porque como lo resume el sacerdote Ulli Kollwitz, de la Comisión Vida, Justicia y Paz de la Diócesis de Quibdó, “las empresas tienen sus propios intereses y no coinciden con los intereses de la población nativa”.La minería hace parte de la historia y la cultura de los chocoanos. La artesanal, la del barequeo en la que sólo utilizan sus manos y una batea, les ha dado desde siglos atrás para sobrevivir. Pero en la última década la actividad empezó a crecer por la laxitud de las leyes. En agosto del 2010 los títulos otorgados en el Chocó llegaban a 103. Para enero de este año había 1.527 solicitudes nuevas y se habían entregado157 títulos. Se calcula que al final del año esa cifra llegará a 254. Es la ‘locomotora’ minera de la que habla con frecuencia el presidente Santos, que se explica desde las cifras y desde su potencial económico para el país, pero que, para el caso del Chocó y de tantas regiones de Colombia, no parece reparar en las pérdidas en recursos naturales o en el deterioro social. Sin contar con que la retribución hacia las comunidades en las zonas mineras no compensa el sacrificio del medio ambiente ni se traduce en un mayor desarrollo o en la garantía de un futuro próspero para la población. Los que se engrosan son las arcas de la Nación y el bolsillo de unos particulares.A la Diócesis de Quibdó le asiste la razón cuando sentencia que “nadie ha hecho la cuenta de los que significa destruir el bosque, que vale más que unos cuantos kilos de oro. Ni depara en que las aguas se contaminan. Tampoco en la descomposición social porque con las minas llegan el trago, el juego, la prostitución y hasta la violencia”.La Nación sabe que la minería puede convertirse en depredador incontrolable. Ahí están la explotación de carbón en el César o la destrucción del río Dagua en el Valle. De las 144 millones de hectáreas de Colombia, hay títulos mineros otorgados o en proceso de concesión para 22 millones de hectáreas. ¿Habrá llegado la hora de hacer una reforma a las políticas mineras que piense más en la conservación y menos en los números?

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