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La voz de Buenaventura

"“Entierro de la violencia para vivir con dignidad”, fue el nombre de la marcha que, liderada por el Obispo monseñor Héctor Epalza, recorrió las principales vías de la ciudad. Una movilización nunca antes vista en esa localidad, con la cual los bonaverenses expresaron su rechazo a la dramática situación a la que están expuestos por la presencia permanente de grupos delincuenciales que se disputan el control territorial, produciendo un drama humanitario de proporciones insoportables".

21 de febrero de 2014 Por:

"“Entierro de la violencia para vivir con dignidad”, fue el nombre de la marcha que, liderada por el Obispo monseñor Héctor Epalza, recorrió las principales vías de la ciudad. Una movilización nunca antes vista en esa localidad, con la cual los bonaverenses expresaron su rechazo a la dramática situación a la que están expuestos por la presencia permanente de grupos delincuenciales que se disputan el control territorial, produciendo un drama humanitario de proporciones insoportables".

El pasado miércoles, 30.000 personas salieron a las calles de Buenaventura para reclamar por sus derechos. Fue la expresión de una sociedad que padece la inclemencia de una violencia desatada contra sus integrantes y el abandono del Estado que le impide enfrentar sus problemas y construir esperanza.“Entierro de la violencia para vivir con dignidad”, fue el nombre de la marcha que, liderada por el Obispo monseñor Héctor Epalza, recorrió las principales vías de la ciudad. Una movilización nunca antes vista en esa localidad, con la cual los bonaverenses expresaron su rechazo a la dramática situación a la que están expuestos por la presencia permanente de grupos delincuenciales que se disputan el control territorial, produciendo un drama humanitario de proporciones insoportables. Es que sus barrios están llenos de historias de dolor y tragedia causados por una violencia que no parece tener límites. Son vivencias llenas de desplazamientos, de extorsiones, de crímenes cometidos con la peor de las sevicias, en las cuales son despreciados la dignidad humana y los derechos más elementales de quienes sólo quieren vivir en paz. Historias que se repiten sin pausa, pese al incremento en la presencia de la Fuerza Pública, y debido en gran parte al abandono del Estado, en todos sus niveles. El reclamo abarcó también la falta de oportunidades que padece la ciudad más importante de Colombia sobre el Océano Pacífico y a pesar de las riquezas que la circundan. Esa ciudad de 473 años de existencia, generadora de recursos para el gobierno central pero huérfana de oportunidades de trabajo diferentes a la que ofrecen los muelles. Es la urbe con un índice de desempleo que supera el 60% de su fuerza laboral, hinchada por la necesidad de la gente que habita el Pacífico y cuyas instituciones de gobierno local siguen siendo foco de clientelismo y corrupción antes que líderes del cambio que reclama la gente y verdaderos motores para encontrar el progreso y el desarrollo. Contra estas condiciones también marcharon los habitantes de Buenaventura: para pedir que se les garantice agua potable en sus casas y reclamar servicios de salud dignos que, alejados de la politiquería y el despilfarro atiendan las necesidades de más de 300.000 personas. Para clamar por su derecho a una educación adecuada a sus condiciones y capaz de ofrecer oportunidades que ayuden a superar el atraso crónico. Y para exigir que se ofrezcan condiciones que hagan posible la llegada de la inversión que permita construir una sociedad que no dependa de las dádivas públicas o de las políticas asistencialistas que no construyen futuro. La marcha fue entonces la voz de Buenaventura que reclama su derecho a la dignidad y la obligación del Estado de ofrecer oportunidades con algo más que el incremento de la Fuerza Pública, a la cual le reconocen su compromiso en la lucha contra la violencia. Esa voz debe ser escuchada y atendida por quienes desde la capital de la República y desde Cali tienen en sus manos la posibilidad de ayudar a construir el futuro que merecen y al cual tienen derecho como colombianos de bien.

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