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La violencia de Ortega

La violencia y el desespero del régimen despótico de Nicaragua no tienen pausa. Repitiendo el modelo dictatorial, a la represión a la que tiene sometida a la población se suma su intención de silenciar las organizaciones y medios de comunicación que revelan la verdad de lo que sucede.

16 de diciembre de 2018 Por: Editorial .

La violencia y el desespero del régimen despótico de Nicaragua no tienen pausa. Repitiendo el modelo dictatorial, a la represión a la que tiene sometida a la población se suma su intención de silenciar las organizaciones y medios de comunicación que revelan la verdad de lo que sucede.

Este fin de semana, agentes de la Policía asaltaron y saquearon la redacción del periódico digital Confidencial, duro crítico del gobierno. De sus instalaciones sustrajeron quince computadores, registros privados, archivos contables e información de los periodistas. También la revista Niú fue intervenida por esbirros oficiales.

La ofensiva busca acallar las voces críticas de la sociedad. En la última semana, el gobierno de Daniel Ortega acabó con nueve entidades que abogaban por la defensa de los derechos humanos, al suspenderles la personería jurídica, algunas de las cuales fueron objeto de violentos allanamientos.

Como dijo el periodista Wilfredo Miranda, del Confidencial, el asalto no solo es un ataque a la libertad de expresión sino también una embestida contra la libertad de empresa. “Hay una avanzada dirigida y cruda contra los líderes de opinión, defensores de derechos humanos y periodistas. El Estado no deja margen de maniobra para la institucionalidad. No hay límites contra el robo a medios de comunicación ni para matar o secuestrar”, denunció el comunicador.

Las protestas ciudadanas comenzaron en abril pasado, cuando miles de personas salieron a rechazar una reforma a la seguridad social. El descontento fue escalando pues los nicaragüenses comenzaron a exigir mayores libertades y la renuncia de la tiránica dupla que maneja el país a su antojo. La respuesta de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, ha sido convertir las manifestaciones en un baño de sangre, a la mejor manera de la dictadura de Venezuela.

Las versiones más optimistas hablan de cerca de 370 muertos, pero algunas organizaciones advierten que la violencia oficial ha dejado más de 600 personas asesinadas. Los ataques de las últimas semanas han sido condenados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que consideró que se trata “de una violación clara al derecho de asociación y de expresión”.

La grave situación provocó que por primera vez una parte considerable del empresariado protestara por lo que está ocurriendo. Este puede ser el punto de inflexión de la crisis, ya que se anunció la preparación de una gran marcha que exija adelantar las elecciones y restaurar el diálogo nacional.

La respuesta a los reclamos fue militarizar las calles. El régimen ha sido sordo a los clamores de la comunidad internacional de parar la violencia y mucho menos ha escuchado a sus propios ciudadanos.

Aferrado al poder Ortega ha hecho retroceder a su país, uno de los más pobres de América Latina. Desde abril pasado 430.000 personas perdieron su empleo, 60.000 emigraron a otros países y el turismo cayó 50%. Pobreza, corrupción, nepotismo han sido los resultados de un gobierno que cada día que parece más al de su amigo Nicolás Maduro.

Nicaragua necesita enderezar su camino.

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