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La vida de los bosques

La flexibilidad, complacencia o indiferencia son palabras que no debieran existir en las políticas y normas legales relacionadas con el medio ambiente colombiano, y eso incluye aquellas que afectan a los bosques y selvas nacionales.

16 de enero de 2016 Por:

La flexibilidad, complacencia o indiferencia son palabras que no debieran existir en las políticas y normas legales relacionadas con el medio ambiente colombiano, y eso incluye aquellas que afectan a los bosques y selvas nacionales.

Para reducir a cero la deforestación en Colombia en cinco años se necesita más que buena voluntad. Si las promesas no se acompañan de políticas públicas, tareas concretas y ejercicio de la autoridad será imposible reducir los índices de tala de árboles que aumentan cada año.La gravedad de lo que sucede con los bosques nacionales se confirma al comparar la información sobre hectáreas arrasadas en el 2013 y el 2014 -las del 2015 no están aún consolidadas pero se prevén más altas por los incendios forestales que sufrió el país el año anterior-. Mientras en el primero fueron afectadas 120.934 hectáreas, en el segundo se destruyeron 140.356, es decir un crecimiento del 16% de un año a otro. Eso significa que ni las campañas ni las acciones emprendidas por el Gobierno o las entidades ambientales están funcionando como se requiere.Cada árbol que se le arranca a la tierra significa un pulmón menos para que el Planeta respire, y no es retórica. Entre menos árboles tiene un bosque, menor es su capacidad de absorber gases como el dióxido de carbono y liberar así a la Tierra de un porcentaje importante de la contaminación que genera. Lo otro es que la tala de árboles en el mundo produce hoy el 15% de las emanaciones de gases de efecto invernadero, porcentaje similar al que causa el transporte que se mueve con combustibles fósiles.Colombia ha contribuido a ese fenómeno con las 63.280 hectáreas de selva que se le arrancaron a su región amazónica o con las 33.679 taladas en la zona Andina, siendo aún peor que 7.000 de ellas se hayan perdido en zonas de reserva natural, donde debería estar garantizada la protección de los bosques. Estos son sólo algunos de los frentes que se deben intervenir con urgencia para honrar el compromiso adquirido con la nación y el mundo.El Pacífico es la región que demanda más acciones para detener la muerte de sus bosques. En el 2014 la deforestación de la selva se incrementó en un 170% al pasar de 5.028 a 10.870 hectáreas arrasadas, fenómeno que se correlaciona con el abandono y la indiferencia a los cuales se ha sometido históricamente esa franja de Colombia, los mismo que han permitido, por acción u omisión, la tala para ampliar zonas agrícolas y ganaderas o para abrirle más heridas a la tierra con la minería ilegal que abunda en departamentos como el Chocó.Este es el mal que padece nuestro país con la deforestación y por el cual se prevé un fracaso en los compromisos hechos para acabar con esa práctica nefasta, si de las palabras no se pasa a la adopción de acciones drásticas. La flexibilidad, complacencia o indiferencia son palabras que no debieran existir en las políticas y normas legales relacionadas con el medio ambiente colombiano, y eso incluye aquellas que afectan a los bosques y selvas nacionales.Tan importante como ello es priorizar la educación de los colombianos para que comprendan la importancia de sus bosques, sean sus primeros defensores, se conviertan en guardianes junto a las entidades ambientales y a las autoridades, mientras ayudan a su recuperación. Si no se hace así, será imposible cumplir la meta propuesta para que en el 2020 no haya un solo árbol talado sin permiso en el país.

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