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La tragedia de Tumaco

"Sin duda, se podrá aumentar el control. Pero no se conseguirá arrebatar a los jóvenes de los grupos criminales. Es la tragedia que padece el Pacífico colombiano y en especial Buenaventura, donde los niveles de desempleo cercanos al 60% de la población activa son el motor del crimen que explota su envidiable posición estratégica".

3 de febrero de 2012 Por:

"Sin duda, se podrá aumentar el control. Pero no se conseguirá arrebatar a los jóvenes de los grupos criminales. Es la tragedia que padece el Pacífico colombiano y en especial Buenaventura, donde los niveles de desempleo cercanos al 60% de la población activa son el motor del crimen que explota su envidiable posición estratégica".

Once muertos, decenas de heridos y la destrucción de una de sus zonas más importantes y más concurridas, son las cifras que deben sumarse al terrible inventario que deja la violencia indiscriminada en Tumaco. Un inventario que demuestra la debilidad que aún tiene el Estado para enfrentar el gran enemigo de los colombianos. Se podría decir que la tragedia fue causada por la omisión de la Policía del Municipio al descuidar la sede de su comando en una de las zonas más críticas de Colombia por la confluencia del terrorismo y la delincuencia de todas las calañas. También podría decirse que la responsabilidad del terrorismo que padece Tumaco es consecuencia de la guerra de las Farc, el ELN, el paramilitarismo y el narcotráfico, por el control territorial de una región privilegiada por su ubicación geográfica. Todo eso puede decirse de la tragedia que consume a la segunda ciudad sobre el mar Pacífico. Pero no puede afirmarse que es un hecho aislado. Según el padre José Luis Ardila, director de la pastoral social de ese Municipio, “en el último año han estallado más de 100 bombas en plena calle, afectando a los niños y a todo el mundo”. Según sus declaraciones a RCN, el pasado 14 de enero fue detonado un artefacto frente a un colegio, lastimando a dos niños, y ningún medio de comunicación registró la noticia. Es decir, a los factores descritos debe adicionarse el abandono que padece Tumaco y la falta de oportunidades para desarrollar labores distintas al narcotráfico y la criminalidad que lo acompaña. Es que, según testigos, son bandas armadas que controlan los barrios y amenazan al otrora pacífico municipio. Es el miedo que describe el padre Ardila, acompañado de “una economía deprimida que no genera trabajo”. El pasado 21 de septiembre fue puesta en funcionamiento la Brigada # 4 de la Armada Nacional en Tumaco. Se pensó entonces que esa decisión sería decisiva para contener la violencia. Hoy, la voladura del comando de Policía y las denuncias que hacen los habitantes de la segunda ciudad del departamento de Nariño y de los pueblos vecinos demuestran que no fue suficiente. Y que no bastarán los 2.500 efectivos anunciados por el presidente Juan Manuel Santos para reforzar la seguridad de la región, mientras no existan allí alternativas de progreso legítimas. Sin duda, se podrá aumentar el control. Pero no se conseguirá arrebatar a los jóvenes de los grupos criminales. Es la tragedia que padece el Pacífico colombiano y en especial Buenaventura, donde los niveles de desempleo cercanos al 60% de la población activa son el motor del crimen que explota su envidiable posición estratégica. Otro asunto es que las Farc hayan sido los autores del atentado terrorista, y que lo hayan realizado 24 horas antes de la voladura del comando de la Policía en Villa Rica, Cauca, asesinando a una decena de personas. Además de una nueva demostración de la voluntad de paz que proclaman sus cabecillas, el terrorismo desatado confirma que Colombia no puede dedicar sus esfuerzos a discutir sobre diálogos, mientras el terrorismo indiscriminado renace como argumento para doblegar la voluntad de la Nación.

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