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La tragedia de Tumaco

Aunque Tumaco es hoy preocupación principal del Gobierno Nacional, la violencia y el desplazamiento que vive son el resultado de años de aislamiento.

20 de enero de 2020 Por: Editorial .

Aunque Tumaco es hoy preocupación principal del Gobierno Nacional, la violencia y el desplazamiento que vive son el resultado de años de aislamiento. Ese abandono le abrió las puertas al narcotráfico, la causa de los peores males que hoy padece el municipio nariñense.

El Estado lleva cinco años librando la batalla contra esos grupos, con resultados importantes pero que no son suficientes pese al trabajo adelantado por la Fuerza de Tarea Conjunta Hércules con sede en Tumaco, que con 9000 soldados operando por tierra, mar y aire constituye el mayor batallón militar del país. La sustitución voluntaria de cultivos no se ha abandonado, pero son evidentes las trabas que se le ha atravesado al programa, por lo cual no ha quedado alternativa a la erradicación forzada.

Los resultados son lentos y el tiempo corre, por lo cual no se descarta que en poco tiempo se deba usar la fumigación aérea para acabar con el mar de coca que inunda al Pacífico colombiano.

El capítulo más reciente de esa tragedia es la emergencia humanitaria que debió decretar la Administración Municipal para hacerle frente a la llegada de miles de desplazados. Son 1200 familias, unas 4000 personas, que en días recientes huyeron de 26 veredas cercanas al río Chagüi debido a los enfrentamientos entre grupos armados y buscan protección en el casco urbano.

El desplazamiento forzado es una de las consecuencias del narcotráfico en una región que si bien ha registrado antes la presencia de grupos guerrilleros, desde la llegada de las organizaciones criminales y las mafias de la droga ha crecido y ampliado el área de conflicto, sin que las autoridades logren el control pese a los esfuerzos del gobierno y la Fuerza Pública. En ese municipio hay sembradas 23.148 hectáreas de coca, la mayor concentración en el país, lo que muestra la dimensión de lo que allí se está produciendo.

Si bien los cultivos ilícitos remplazaron la agricultura tradicional y muchos campesinos fueron involucrados en ello, la mayoría de quienes hoy se dedican a esa actividad ilegal llegaron de afuera atraídos por el negocio o llevados por las organizaciones del narcotráfico. Con ellos aparecieron los males ligados al tráfico de drogas: los enfrentamientos armados, las vendettas entre los carteles de la mafia, la violencia y el desplazamiento.

Esa es la guerra que hay que ganar contra los cultivos ilegales y contra las mafias que quieren imponer el narcotráfico, desafían al Estado y violentan a la sociedad. Ahí está el origen de la crisis humanitaria que vive Tumaco y que padecen comunidades como la de Guapi o López de Micay en el Cauca y tantas otras poblaciones en el Chocó.

Por eso no hay disculpas: la coca es el gran enemigo y hay que combatirlo sin tregua. Por supuesto, es necesario buscar alternativas para que los campesinos y nativos produzcan en sus tierras, progresen y mejoren su calidad de vida. Pero también se debe reconocer que lo que hay es una colonización del narcotráfico con presencia de carteles extranjeros y que la guerra que libran los criminales no es ni siquiera contra el Estado sino contra ellos mismos.

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