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La tragedia de siempre

De nuevo, las tragedias causadas por el uso de la pólvora ilegal en diciembre se convierten en la que parece ser compañera eterna de la Navidad en Colombia.

9 de diciembre de 2019 Por: Editorial .

De nuevo, las tragedias causadas por el uso de la pólvora ilegal en diciembre se convierten en la que parece ser compañera eterna de la Navidad en Colombia. Es la resistencia a cambiar patrones culturales que arriesgan a niños y adultos, aprovechando las dificultades de las autoridades para hacer cumplir las normas que pretenden proteger la integridad de los seres humanos.

En los primeros ocho días de este, el que debiera ser el mes de la alegría, ya van veintidós personas quemadas en el Valle, seis de ellos niños y niñas. Es la repetición de un drama anunciado en el cual miles de colombianos arriesgan su existencia y consumen sus recursos económicos sin detenerse a pensar en los peligros que corren ellos, sus hijos y sus bienes.

Cada año, las autoridades anuncian medidas drásticas y se preparan para evitar lo que ha causado muerte, lesiones irreparables y destrucción, frustrando el futuro de muchas personas y ocasionando lutos irreparables. Por supuesto, existe una industria que cumple con las exigencias y ofrece pólvora segura, y no es menos cierto que hay expertos en manipular lo que es una demostración de alegría.

Pero a su lado funciona una industria que no cumple los estándares mínimos de seguridad y es protagonista obligado de explosiones en polvorerías clandestinas, además de causar tragedias entre quienes aún creen que la pólvora es un juego inocente y obligado como una tradición ancestral.

Hay que romper con esas creencias que conllevan riesgos innecesarios. Para ello es indispensable cambiar el patrón cultural que nos conduce a exponer la integridad de niños a los cuales se les quiere iniciar en los rituales que asocian la pólvora con la celebración, fundamental para impedir que se produzcan más víctimas y se transforme en angustias y tragedias la alegría de la Navidad.

Esos ‘accidentes’ se produjeron a pesar de las normas que se expiden para tratar de desterrar el nefasto negocio de la pólvora insegura e ilegal. Y puede decirse que las autoridades departamentales y las municipales en todo el Valle, están haciendo lo posible por impedir las tragedias con la realización de requisas y decomisos.

Pero la tradición arraigada impulsa el consumo de explosivos en todas sus formas y materiales que ocasionan incendios, intoxicaciones y lesionados, estimulando un mercado creciente que se camufla en las precarias economías de muchos colombianos. Por ello habrá siempre quienes se atrevan a exponer sus vidas, así como quienes defiendan ese peligro con el argumento de que genera empleo y oportunidades.

El asunto es entonces crear conciencia en las familias y en los centros de educación sobre los peligros de la pólvora. Nuevamente hay que decir que se debe enseñar la diferencia entre fuegos pirotécnicos administrados por personas idóneas y el uso indiscriminado de materiales peligrosos y letales que también ponen en riesgo la vida de sus fabricantes. Allí está la clave para tener unas fiestas sin que centenares de familias deban padecer la tragedia de un niño quemado o de un familiar muerto por la mala costumbre.

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