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La tragedia de los migrantes

El año pasado, 4.503 personas fallecieron o desaparecieron cuando intentaban emigrar, según cifras de la Organización Mundial de la Migración. La mitad de esas desgracias ocurrieron en aguas del mediterráneo, donde 2.242 personas se ahogaron en su intento de llegar a Europa desde el Magreb y Oriente Próximo....

20 de agosto de 2019 Por: Vicky Perea García

Tras diecinueve días sin poder desembarcar, el barco de la ONG Open Arms se declaró en estado de emergencia e incapaz de garantizar la seguridad de las 150 personas rescatadas en el Mediterráneo que se encuentran a bordo. El más reciente drama migratorio en el que se encuentra sumido el mundo demuestra una vez más que ni en Europa ni en el resto del planeta existe una política de migración y asilo adaptadas a la realidad en la que las fronteras siguen siendo zonas de conflicto antes que puntos de unión.

El año pasado, 4.503 personas fallecieron o desaparecieron cuando intentaban emigrar, según cifras de la Organización Mundial de la Migración. La mitad de esas desgracias ocurrieron en aguas del mediterráneo, donde 2.242 personas se ahogaron en su intento de llegar a Europa desde el Magreb y Oriente Próximo. En su afán de huir de las guerras, enfrentamientos tribales, persecuciones y la miseria de sus países, miles de personas toman la arriesgada aventura de partir en frágiles embarcaciones en busca de un sueño que más parece una ilusión distante.

Los cambios políticos, el nuevo orden internacional, la crisis económica, el terrorismo y el resurgimiento de nacionalismos están haciendo cada vez más difícil la aceptación de migrantes en Europa. Y ni hablar de Estados Unidos. La normativa europea establece que, en general, el país de llegada de un migrante irregular debe ser el encargado de atenderle y verificar su derecho o no al asilo y en caso de ser denegado, devolverlo a su territorio de origen.

Empero, el evidente fracaso de la norma en momentos de crisis migratoria ha hecho que países como Italia se hagan los de la vista gorda y dejen pasar a los migrantes hacia el norte de Europa o que otros, como Grecia, mantengan a miles de personas hacinadas en condiciones infrahumanas sin definir su situación. En el caso particular del Open Arms, que se encuentra junto a las costas de Lampedusa sin que se haya autorizado el desembarco, hay una gran dosis de cálculo político.

Con su decisión de impedir la entrada de barcos de las ONG en puertos italianos, el ministro del interior, Mateo Salvini, se consolida como el político más popular de ese país, a costa de la tragedia de miles de emigrantes. Pero gran parte del ascenso en las encuestas del líder ultraderechista se debe también a la ineficacia de la Unión Europea que ha descargado la responsabilidad en los países de la primera línea, lo que ha generado un desgaste innecesario y el rechazo de una gran parte de la población que ha encontrado en discursos de políticos como Salvini la excusa para materializar su intolerancia, falta de solidaridad y racismo, nacidos de los temores que despierta.

Por lo pronto España, uno de los países que mayores esfuerzos hace para ayudar, planteó trasladar el Open Arms a uno de sus puertos, y otros cinco países manifestaron estar dispuestos a atender a estas personas, una vez se haga el desembarque. Pero todos saben que solo será cuestión de días para que se presente una nueva emergencia y comience de nuevo una tragedia que no parece tener solución.

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