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La sombra de Fukushima

Las posibilidades de casos como los de Fukushima o Chernobil puedan repetirse son ahora mayores. Como también queda claro, dicen los expertos, que una cosa es la dimensión de las fuerzas nucleares y otro el producto de cuando estas reaccionan, todavía más cuando esos fenómenos resultan de imponderables.

14 de marzo de 2016 Por:

Las posibilidades de casos como los de Fukushima o Chernobil puedan repetirse son ahora mayores. Como también queda claro, dicen los expertos, que una cosa es la dimensión de las fuerzas nucleares y otro el producto de cuando estas reaccionan, todavía más cuando esos fenómenos resultan de imponderables.

Cinco años después del terremoto y posterior tsunami que sumieron a Japón en muerte (al menos 18 mil personas fallecieron), dolor y destrucción, los efectos de la tragedia retroceden gracias a la reconstrucción emprendida por un pueblo siempre capaz de ganarle a las adversidades.Solo que una sombra amenaza quedarse por mucho tiempo, la de Fukushima, escenario del mayor desastre nuclear no bélico en la historia de la humanidad. Hoy está comprobado que las olas de más de 40 metros que sucedieron al movimiento telúrico se llevaron consigo el sistema de refrigeración y la cúpula de protección, para fundir tres reactores y liberar así un 11 % de material radiactivo mayor que el que escapó de Chernobil en 1986. Los efectos de Fukushima dejan más de 150 mil personas evacuadas y la limpieza del lugar, que tardará no menos 40 años según los cálculos más optimistas, o incluso un siglo, si se mantiene el grado de radiación en el corazón de la central en el que sucumben los circuitos de los robots enviados allí. Es un hecho que la central no dejará durante mucho tiempo de producir contaminación radioactiva y de exportarla al mar o a las aguas subterráneas, con consecuencias aún por determinar. La catástrofe podría pasar a la historia como un accidente, resultado de una impensable carambola surgida en un fenómeno natural, el terremoto, que dio lugar a su vez a otro, el tsunami, para topar en su camino con la planta. Lo que sí no cabe ahora en ese ese rompecabezas es que cuando fue construida, quizás como el Titanic, se aseguró que estaba a prueba de todo riesgo. Y Fukushima también naufragó. Las posibilidades de casos como los de Fukushima o Chernobil puedan repetirse son ahora mayores. Como también queda claro, dicen los expertos, que una cosa es la dimensión de las fuerzas nucleares y otro el producto de cuando estas reaccionan, todavía más cuando esos fenómenos resultan de imponderables.En ese sentido, la discusión que se abre es dónde están los límites de seguridad para un tema del que la humanidad ha hecho, por encima de los temores de su uso para fines innobles, una herramienta del desarrollo y de la ciencia. Mientras algunos se preguntan por una regulación que impida riesgos como el que ahora paga consecuencias tan delicadas en Japón, otros son partidarios de comenzar a migrar a formas de energía más amables, menos peligrosas y más baratas, con el viento y el sol como recursos primarios.Tras Fukushima, la sociedad japonesa, con más autoridad que nadie para hablar sobre el tema, ha servido de escenario a ese mismo debate e incluso ha ido más allá al obligar a su gobierno a tomar decisiones como el cierre de un par de reactores en otra planta a los que se había calificado antes como “seguros”. Además, se creó un ente regulador exclusivo para el sector.De todas maneras, desde la perspectiva mundial y pese al doloroso presente, Japón es un caso aislado. El asunto nuclear es y seguirá siendo hoy un poderoso instrumento político y rica línea de negocios, en los que se juegan numerosos intereses. Aunque eso no debería impedir que la prevención forme parte de sus cuentas, ya que, está comprobado, la seguridad total es un imposible.

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