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La siembra de la muerte

"El asunto es acabar con un enemigo desconocido -las minas antipersona- que ataca a traición y en forma indiscriminada y puede producir muchísimas más tragedias".

20 de septiembre de 2016 Por:

"El asunto es acabar con un enemigo desconocido -las minas antipersona- que ataca a traición y en forma indiscriminada y puede producir muchísimas más tragedias".

Ochenta millones de dólares es el monto de lo que han aportado hasta ahora los países amigos de Colombia que quieren contribuir para erradicar las minas con las cuales se sembró de muerte el campo. Según los cálculos en tiempo y recursos financieros, esa suma es el inicio de un propósito del que se ha hablado hace muchos años pero del cual ha sido muy difícil conseguir progresos. Esa siembra se produjo por varios motivos. En primer lugar, porque los grupos guerrilleros lo entendieron como recurso para defender sus campamentos. Luego, el tenebroso éxito que tuvieron al causar lesiones a miembros de la Fuerza Pública les indicó que era una buena arma, así fuera indiscriminada y matara o lisiara a miles de campesinos, de niños y ancianos. Ellos fueron víctimas de las minas enterradas alrededor de las comunidades y en algunos casos en las escuelas, a las cuales se condenaba al peligro por el sólo hecho de estar en las zonas ‘rojas’, lugares que los grupos guerrilleros declararon como de su dominio. Luego, el narcotráfico las adoptó como la manera más eficaz de impedir el acceso de la Fuerza Pública a los laboratorios o para espantar los intentos por aplicar la erradicación manual a los cultivos ilícitos. El resultado es que no se sabe cuántos artefactos de esos hay sembrados en el país, ni cuáles sus características. Se conoce sí que han sido plantados incluso colgando de árboles, a la espera de su víctima, cualquiera que sea. Y hasta ahora es imposible conocer qué tantas han sido instaladas por el ELN o las bandas criminales, mientras se trata de lograr un mapa siquiera aproximado de las instaladas por las Farc, en cumplimiento de los acuerdos de La Habana. El asunto es acabar con un enemigo desconocido que ataca a traición y en forma indiscriminada y puede producir muchísimas más tragedias. Por eso es destacable que la comunidad internacional aporte de manera efectiva para desactivar ese enemigo ciego y mortal, alcanzándose a una cifra que si bien hasta ahora llega al 30% de los trescientos veinticinco millones de dólares, en la que se estima el costo del desminado total, demuestra la solidaridad con nuestra Nación.Dentro de los compromisos adquiridos por las Farc en los acuerdos de La Habana, está en primer lugar el de erradicar las minas sembradas en muchos lugares de la geografía nacional. Para lograrlo tienen que ordenar a sus integrantes que participen activamente en ese propósito, y que ofrezcan la mayor cantidad de información posible para acabar con la pesadilla. Por supuesto, quedará pendiente la probabilidad de lograr el objetivo hasta tanto pueda acabarse también con el narcotráfico y los cultivos ilícitos que están cubiertos con minas quiebrapata.Por ello hay que dar gracias a los países que han mostrado su compromiso y su intención de erradicar las minas en el campo colombiano. Pero lo más importante es que quienes las instalaron respondan a su responsabilidad de acabar con esa siembra de la muerte, la que nunca podrá aceptarse como un recurso legítimo de defensa sino como un instrumento de terror y muerte contra cualquier ser humano.

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