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La sed de San Andrés

No es secreto que apenas ahora, cuando Colombia corrió el riesgo de perder el Archipiélago y se quedó sin 70.000 kilómetros de sus áreas marinas con Nicaragua, es que se le está dando una mirada diferente a ese territorio nacional.

30 de julio de 2016 Por:

No es secreto que apenas ahora, cuando Colombia corrió el riesgo de perder el Archipiélago y se quedó sin 70.000 kilómetros de sus áreas marinas con Nicaragua, es que se le está dando una mirada diferente a ese territorio nacional.

El abandono, la indiferencia y los excesos le están pasando factura al archipiélago de San Andrés. Ahora es la sed la que pende sobre este paraíso colombiano en el Caribe, al que muchos alaban pero del que pocos se conduelen a la hora de hallar solución a sus problemas.Para que una isla de apenas 26 kilómetros cuadrados de extensión y 50.000 residentes permanentes reciba cada año a un millón de visitantes, necesita tener una infraestructura de servicios robusta. Ello implica que se conserven sus recursos naturales y se le haga la debida intervención con el fin de garantizar su sostenibilidad. Sólo de esa manera podrá soportar las demandas tanto de su población como la de quienes están temporalmente en ella.Es ahí donde la tarea ha fallado en San Andrés. El riesgo de un desabastecimiento de agua es altamente probable porque los humedales de los que se surte la isla están en tal grado de deterioro que han llevado a decretar una emergencia ambiental. El primer estudio sobre el estado de estas reservas acuíferas, liderado por la Fundación Alma y por la Corporación para el Desarrollo del Archipiélago, muestra que apenas el 2% está en un nivel aceptable de conservación. El resto puede desaparecer en un corto tiempo.Sólo ahora se sabe, por ejemplo, que no son 13 sino 70 los humedales que hay en la isla y que estos ocupan 264 hectáreas, casi un 10% del territorio. Así, el primer enemigo al que se han enfrentado estas fuentes es la ignorancia, que impide tomar las decisiones que se necesitan para preservarlas. Los otros son la indiferencia y el olvido a los que sistemáticamente se ha sometido a San Andrés.No es secreto que apenas ahora, cuando Colombia corrió el riesgo de perder el Archipiélago y se quedó sin 70.000 kilómetros de sus áreas marinas con Nicaragua, es que se le está dando una mirada diferente a ese territorio nacional. Problemas como el de los humedales y la falta de agua, la deficiencia en los servicios en salud, la inseguridad y la violencia que llegaron de la mano del narcotráfico, así como la falta de oportunidades para los raizales, han estado ahí frente a los ojos de la Nación, que se había hecho la ciega.Pero el tiempo de la mirada indiferente ya pasó. Si se quiere conservar a San Andrés como el paraíso que es para Colombia, es imperativo hacer las debidas intervenciones, lejos de los discursos patrioteros o más allá de las visitas oficiales. Lo único efectivo es actuar para que se preserven sus recursos naturales y se salven ecosistemas esenciales para la vida misma de la isla como son sus humedales. San Andrés necesita que se invierta en su infraestructura de servicios públicos, se desarrollen los programas ambientales que requiere con urgencia el archipiélago y que en ello se involucre a sus 50.000 habitantes así como al millón de turistas que llegan cada año. Si no llegan los recursos financieros, se compromete a las autoridades isleñas y se educa a raizales y foráneos en su cuidado, el futuro será incierto y Colombia correrá el riesgo, ahí sí, de perder por omisión a su más preciado tesoro caribeño.

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