El pais
SUSCRÍBETE

La retórica del diálogo

"Después de esos ataques sistemáticos, dirigidos sin duda a tratar de dispersar a la Fuerza Pública y evadir su persecución y mezclados con la retórica sobre la paz y el aprovechamiento del drama de los secuestrados, reaparecen personajes como la exsenadora Piedad Córdoba reclamando una tregua bilateral. Es decir, que se suspenda el deber de las autoridades de cercar a quienes les hacen daño a poblaciones humildes".

6 de marzo de 2012 Por:

"Después de esos ataques sistemáticos, dirigidos sin duda a tratar de dispersar a la Fuerza Pública y evadir su persecución y mezclados con la retórica sobre la paz y el aprovechamiento del drama de los secuestrados, reaparecen personajes como la exsenadora Piedad Córdoba reclamando una tregua bilateral. Es decir, que se suspenda el deber de las autoridades de cercar a quienes les hacen daño a poblaciones humildes".

¿Qué importancia tiene la lejana población de Timbiquí como para que las Farc la ataquen con sevicia, destruyan sus casas y dejen ocho heridos en tres incursiones con bombas? De nuevo, la respuesta puede estar en la posibilidad siempre abierta de causar miedo con el terrorismo y la necesidad de obligar a la Fuerza Pública a desplazarse hacia la costa sobre el mar Pacífico. Timbiquí es una población de no más de 6.500 habitantes, situada en la selva del Pacífico a 500 kilómetros de Popayán, capital del departamento del Cauca. De raza negra, su gente vive de la pesca, la agricultura y la explotación de sus recursos naturales. Ellos fueron quienes el pasado fin de semana debieron soportar la andanada de bombas lanzadas por las Farc, que dejaron ocho personas mal heridas y daños en muchas de sus viviendas. ¿Qué ganaron los terroristas con ese ataque? Nada, salvo sembrar el miedo y dejar al pueblo sin la escasa energía que le suministra una planta por pocas horas al día. No es coincidencia que mientras atacan una población tranquila y pacífica donde incluso la Policía carece de una adecuada construcción para alojar a sus integrantes, su máximo jefe emite otro de sus comunicados que niegan los atentados terroristas a Timbiquí, a Villa Rica, a Miranda, a Caldono o a El Palo. Y que ignore el daño que sus subordinados están causando en el Chocó y en Nariño, mientras reconoce que “es una lástima que todos los días se esté derramando sangre de colombianos humildes”. Después de esos ataques sistemáticos, dirigidos sin duda a tratar de dispersar a la Fuerza Pública y evadir su persecución y mezclados con la retórica sobre la paz y el aprovechamiento del drama de los secuestrados, reaparecen personajes como la exsenadora Piedad Córdoba reclamando una tregua bilateral. Es decir, que se suspenda el deber de las autoridades de cercar a quienes les hacen daño a poblaciones humildes. Y da a entender que las Farc han aceptado reconocer el Derecho Internacional Humanitario, como si la destrucción de Timbiquí no existiera. Cuando se mira el ataque despiadado a los pueblos del Cauca y del Chocó es fácil concluir que no hay nada más alejado de la verdad que esa afirmación. Hoy, y a pesar de la retórica de sus cabecillas, su interés por una negociación seria sigue siendo un discurso vacío, lleno de trampas en las cuales Colombia no puede volver a caer. Es que son muchos los municipios y muchos los seres humanos los que están padeciendo lo que el presidente Juan Manuel Santos denominó el “plan avispa” de las Farc, consistente en causar daños y cometer atentados contra pueblos remotos. Lo que lleva a reiterar que no es suficiente liberar a los diez policías y soldados secuestrados. Para pedir diálogos o hablar de paz, no basta con las frecuentes cartas de ‘Timochenko’ o las más escasas del ELN. Ahora, la guerrilla tiene que explicar primero qué ha hecho con los más de 400 colombianos que fueron plagiados por dinero y nada se sabe de ellos. Y comprometerse a cesar la violencia irracional que durante décadas ha demostrado su inutilidad y logrado el rechazo de la Nación.

AHORA EN Editorial