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La renuncia del Santo Padre

" una vez asumida su responsabilidad, el papa Benedicto se encontró con realidades difíciles de manejar y con la obligación de combatir muchas cosas que aún destruyen la credibilidad de la Iglesia como institución".

12 de febrero de 2013 Por:

" una vez asumida su responsabilidad, el papa Benedicto se encontró con realidades difíciles de manejar y con la obligación de combatir muchas cosas que aún destruyen la credibilidad de la Iglesia como institución".

No obstante los argumentos que presentó para justificarla, la renuncia del papa Benedicto XVI es una gran sorpresa para el catolicismo y para el mundo en general. Qué tanto hay de cierto en las limitaciones físicas que padece a sus 85 años y qué tanto influyeron las difíciles circunstancias que atraviesa la Iglesia como institución, son los interrogantes que hoy se hacen los católicos.Joseph Ratzinger, el nombre de pila del hoy Obispo de Roma, es un alemán que se ganó los méritos necesarios para que los cardenales lo eligieran hace casi ocho años como sucesor de Juan Pablo II, de quien fue su director de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante 23 años. Es decir, fue el apoyo del Papa más carismático de los últimos siglos en materia teológica y defensor de principios conservadores al interior de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Pero, una vez asumida su responsabilidad, el papa Benedicto se encontró con realidades difíciles de manejar y con la obligación de combatir muchas cosas que aún destruyen la credibilidad de la Iglesia como institución. Entre los primeros está la existencia de una feroz lucha por el poder en el Vaticano y la necesidad de renovar su dirección. Entre los segundos, los frecuentes escándalos de corrupción en el manejo de asuntos como sus finanzas y la pederastia cometida por muchos sacerdotes alrededor del mundo. A toda esa pesada carga se enfrentó el Papa que ayer renunció. Dentro de su gestión también fueron notorias sus actitudes firmes en defensa de la doctrina social de la Iglesia Católica. De ello queda como prueba su tercera encíclica, ‘Claridad de la Verdad’, emitida en julio de 2009. Una crítica directa al capitalismo salvaje, a la globalización mal entendida y al enriquecimiento exagerado, que le ganó no pocas respuestas. Fue su intento por ubicar a la Institución en la vanguardia del pensamiento, atendiendo los reclamos de muchos católicos. A la par de sus esfuerzos por erradicar el homosexualismo de la Iglesia, el Papa lanzó polémicas declaraciones. Y le correspondió hacerle frente a la espesa guerra de poderes que al parecer se libra tras las paredes del Vaticano. El punto máximo de esa disputa fueron la filtración de documentos sensibles a cargo de su asistente de Cámara, condenado por la Justicia italiana y perdonado por el Pontífice, y la destitución del presidente del Instituto para las Obras de la Religión, amigo del Papa y enemigo del secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, quien lo destituyó sin miramientos. Hace poco, Benedicto XVI contestaba con un “ya soy un Papa viejo” a quienes le sugerían cambiar la estructura de poder que se atraviesa a sus propósitos. Ahora, y al aducir ante un consistorio que discutía unas canonizaciones, la debilidad que le producen su edad y su salud, Joseph Ratzinger anunció su renuncia. Con su valerosa decisión de abandonar el poder, el hasta ahora Papa abre las puertas para un nuevo intento de renovar la Iglesia Católica, de purificarla de sus males, de rejuvenecerla y acercarla a los cientos de millones de creyentes y bautizados que habitan la tierra.

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