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La puerta del diálogo

Ante el estancamiento en que se encuentra la grave situación de Venezuela, se supo ayer que Noruega y la Organización de Naciones Unidas han promovido conversaciones en Oslo...

16 de mayo de 2019 Por: Editorial .

Ante el estancamiento en que se encuentra la grave situación de Venezuela, se supo ayer que Noruega y la Organización de Naciones Unidas han promovido conversaciones en Oslo entre representantes del presidente encargado, Juan Guaidó, y de la dictadura de Nicolás Maduro. Es otro intento por encontrar una alternativa razonable e incruenta a la tragedia en que está sumida esa nación por la destrucción que le causaron los detentadores del poder.

En esa confusión que produce desánimo, la posibilidad de negociar una salida debe ser bienvenida. Es evidente que la tiranía está respaldada en los fusiles de unas Fuerzas Armadas cuyos comandantes son los verdaderos detentadores del poder, lo cual ha frustrado los esfuerzos por hacerlos entrar en razón y permitir el fin de la tragedia humanitaria, económica y política que han causado.

A pesar de que la inmensa mayoría de las tropas están padeciendo las mismas carencias de una población abrumada por la miseria y la incertidumbre, aún no ha sido posible lograr que abandonen la hegemonía chavista y permitan el retorno de la democracia. Por el contrario, cada vez es más ostensible la manera en que la violencia y la delincuencia se convierten en formas de comprar el respaldo al régimen.

Y al otro lado está el esfuerzo valiente y heroico de Juan Guaidó, un joven que le ha puesto el pecho a la obligación de conseguir el cambio. Detrás de él hay millones de venezolanos que tratan de lograr el cambio pero se estrellan contra la violencia paramilitar del chavismo y la represión a destajo, conducida entre las sombras por el castrismo cubano. Y además del respaldo del Grupo de Lima y cincuenta países en el mundo que lo reconocen a Guaidó como el jefe del Estado de Venezuela está también el peso de los Estados Unidos y sus sanciones.

En medio de esa confrontación, existen organizaciones como la ONU y países como Noruega que ofrecen abrir un espacio para que las partes puedan dialogar. Sin embargo, el gran enemigo de esa propuesta está en las reiteradas ocasiones en que la dictadura ha utilizado las negociaciones propuestas por la Iglesia Católica como estrategia para desarticular las protestas o para dividir a la oposición.

De ahí el escepticismo justificado pues se trata de una tiranía que no parece interesada en dejar el poder ni en renunciar a su intención de imponer el totalitarismo, o en disminuir su interés en producir roces constantes con Colombia. Pero la verdad es que hay que buscar caminos que ojalá reemplacen al bloqueo y a las amenazas de fuerza para conseguir un cambio de actitud en quienes tienen el dominio de las armas para intimidar a los venezolanos.

En ese propósito también se debe buscar la manera de impedir que Venezuela siga siendo parte de la geopolítica internacional, es decir, de la rivalidad entre los Estados Unidos y Rusia que amenaza con desatar un conflicto en nuestro vecindario. Aunque es difícil creerle a la dictadura de Maduro, no está demás explorar la posibilidad de encontrar salidas sensatas a la tragedia y el desastre a los cuales la tiranía ha condenado a Venezuela.

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