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La política con grandeza

Lo cierto es que los colombianos están esperando que se produzcan los cambios y transformaciones que se han venido aplazando por años, exista o no una coalición con mayorías en el Congreso.

28 de julio de 2019 Por: Editorial .

Con el llamado del presidente Iván Duque a los acuerdos para impulsar las iniciativas que requiere el país, se inició la segunda legislatura del presente Congreso de la República. De nuevo, es la oportunidad para que la política con asiento en el Legislativo se sintonice con las necesidades que tiene Colombia para solucionar los problemas y proyectar el futuro.

Lo ocurrido hasta ahora y desde que se iniciaron los períodos tanto del Primer Mandatario como de los congresistas ha sido nuevo. Por primera vez en décadas, aunque tiene una bancada que lo respalda, el Gobierno no tiene una mayoría en el Congreso, a la vez que ha expresado su decisión de no recurrir a la configuración de alianzas mediante el uso de la nómina o de los presupuestos para confirmarla.

Y de otra parte, los partidos que conforman la mayoría de la oposición están divididos entre los que pertenecen a la izquierda y han expresado su oposición irreductible a las propuestas gubernamentales. También están aquellos que proclaman su independencia pero no descartan respaldar las iniciativas que beneficien a la Nación, sin renunciar a la crítica y al ejercicio de su derecho a hacer oposición.

Esa nueva ecuación ha producido ajustes en la manera de decidir e impulsar los temas que requieren atención urgente. La corrupción y el combate a esas prácticas que desangran las finanzas públicas y destruyen la moral, es uno de aquellos asuntos que no tienen enemigos, a pesar de lo cual atraviesan grandes dificultades, debidas en gran parte a la confusión que produce el no tener ya la posibilidad de negociar respaldos a cambio de aprobaciones.

Lo cierto es que los colombianos están esperando que se produzcan los cambios y transformaciones que se han venido aplazando por años, exista o no una coalición con mayorías en el Congreso. La reforma a la política y a la Justicia, los cambios en asuntos como el régimen pensional y la atención a las regiones que enfrentan el peso de un centralismo cada vez más dañino para la unidad nacional, son iniciativas que no dan espera, a pesar de lo cual se empantanan sin respuestas claras en los vericuetos de una política confusa.

Es innegable pues que se están produciendo transformaciones en las relaciones entre el Gobierno y el Congreso de la República. Pero también es obligatorio reconocer que los problemas siguen siendo los mismos y deben tener soluciones, sin que ello implique renunciar al derecho a la oposición y la crítica.

La democracia consiste en tener la posibilidad de disentir y de crear organizaciones que reflejen las distintas corrientes de pensamiento de una sociedad. Pero, ante todo, en la necesidad y el deber de construir y dar vida a las soluciones que demanda esa sociedad a la cual representan los congresistas, sin que ello implique renunciar a las diferencias de opinión.

Eso es lo que debe producirse en la segunda legislatura. Es el reto de construir consensos para atender la voluntad y las necesidades de la Nación antes que impedir que se alcancen las soluciones usando argumentos egoístas que sólo conducen al fracaso de la política y al escepticismo de los colombianos.

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