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La polémica democrática

En ese sentido, es de lamentar la respuesta negativa del expresidente Uribe al diálogo que le propuso el presidente Santos. Pero es el momento para insistir en la necesidad de adelantar un debate amplio y respetuoso sobre la manera de llevar la controversia, de llegar a la contienda electoral sobre la refrendación y de aceptar el veredicto de las urnas, sin que ello implique una convocatoria al unanimismo.

15 de julio de 2016 Por:

En ese sentido, es de lamentar la respuesta negativa del expresidente Uribe al diálogo que le propuso el presidente Santos. Pero es el momento para insistir en la necesidad de adelantar un debate amplio y respetuoso sobre la manera de llevar la controversia, de llegar a la contienda electoral sobre la refrendación y de aceptar el veredicto de las urnas, sin que ello implique una convocatoria al unanimismo.

Dos cartas, la del presidente Juan Manuel Santos al expresidente Uribe y la respuesta de éste al primero, son indicativas del clima de polarización al cual ha llegado la política colombiana. Después de ellas, se hace indispensable establecer reglas de juego claras para el ejercicio del disenso y de la oposición como elementos naturales de la democracia. El tono de la carta presidencial fue sorpresivo. En ella, el presidente Santos hizo reconocimientos al ahora Senador y líder del Centro Democrático, de lejos el grupo de oposición más importante en el país. Esas palabras con las cuales el Primer Mandatario recordó las gestas que desarrollaron en conjunto en las épocas en que fue ministro del gobierno presidido por el doctor Uribe, contrastaron de forma notoria con el lenguaje agresivo que había usado en el pasado inmediato para calificar la posición de su antecesor. La misiva continuó con una explicación sobre los desarrollos que ha tenido la negociación con las Farc y la ratificación de que su gobierno no ha hecho acuerdos que comprometan la estabilidad de las instituciones ni que pongan en peligro las libertades, la filosofía del Estado, la propiedad privada o los principios de una economía basada en la libertad de empresa y el mercado. Pero lo más importante de esa nota es la invitación al expresidente para que se una a su propuesta de trabajar por la paz, reconociendo que el proceso con las Farc está en su etapa final y es un gran aporte para la pacificación de Colombia, la misma que buscaron en conjunto durante el mandato del entonces presidente Uribe. La respuesta inmediata fue una declaración corta del exmandatario mediante la cual no acepta la invitación y ratifica sus críticas a la manera en que se negoció lo que parece ser ya el acuerdo final con el grupo guerrillero.No hubo pues acuerdo entre los representantes de las dos tendencias políticas más importantes de la actualidad. Acuerdo que sigue siendo ideal para darle legitimidad a lo que puede ser el logro más significativo en la búsqueda de la concordia en Colombia. Sin embargo, los caminos recorridos en los últimos seis años dan a entender que eso no es posible, y que cuando existen diferencias políticas como las que hay entre las fuerzas que apoyan al Gobierno y las del Centro Democrático, lo aconsejable es establecer reglas de juego limpias y transparentes para que se pueda ejercer la discrepancia democrática y la dialéctica propia de los diferencias de opinión. En ese sentido, es de lamentar la respuesta negativa del expresidente Uribe al diálogo que le propuso el presidente Santos. Pero es el momento para insistir en la necesidad de adelantar un debate amplio y respetuoso sobre la manera de llevar la controversia, de llegar a la contienda electoral sobre la refrendación y de aceptar el veredicto de las urnas, sin que ello implique una convocatoria al unanimismo. Un debate rodeado de un estatuto que garantice la oposición, que estimule entre los colombianos la intención de participar en él y el compromiso de respetar la diferencia como principio de la democracia en nuestro país.

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