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La pesadilla nuclear

"Aún sin despejarse las dudas sobre si la prueba de la semana pasada del régimen de Kim Jong-un corresponde a una bomba de hidrógeno o a una bomba atómica mejorada, la carrera armamentística nuclear vuelve a ser objeto de primera preocupación de la comunidad internacional".

12 de enero de 2016 Por:

"Aún sin despejarse las dudas sobre si la prueba de la semana pasada del régimen de Kim Jong-un corresponde a una bomba de hidrógeno o a una bomba atómica mejorada, la carrera armamentística nuclear vuelve a ser objeto de primera preocupación de la comunidad internacional".

Aún sin despejarse las dudas sobre si la prueba de la semana pasada del régimen de Kim Jong-un corresponde a una bomba de hidrógeno o a una bomba atómica mejorada, la carrera armamentística nuclear vuelve a ser objeto de primera preocupación de la comunidad internacional.Al lado del estilo provocador de un tirano empeñado en hacer sentir su egolatría y de los alcances de los recursos que él dice tener a mano para alterar la paz mundial, su bélico anuncio va más allá de las ondas sísmicas generadas con la prueba, equivalentes a un terremoto de magnitud 4,9.Primero, el hecho demuestra una vez más que Corea del Norte tiene un programa de armas nucleares fuera de control, con suficiente batería de uranio local que lo hace cada vez más peligroso, y poderoso frente a sus vecinos Corea del Sur y Japón, pero también de cara a Estados Unidos, o a quien considere potencial enemigo.Segundo, las reacciones tras el hecho apuntan hacia un reacomodamiento de las fuerzas en la región. De un lado, Estados Unidos gana en sintonía frente al mano a mano geoestratégico que sostiene allí con China. Y no porque Pekín esté del lado del riesgoso juego de Pionyang -de hecho, nunca desde la muerte de Kim Jon-il en 2011, los lazos entre las dos naciones asiáticas habían estado tan destemplados como ahora-. Es que por primera vez en mucho tiempo Japón y Corea del Sur, alejados por razones históricas, encuentran coincidencias para unirse en torno a Washington. Tercero, Kim Jong-un está cada vez más aislado, lo que si bien lo hace más vulnerable, lo convierte en más imprevisible, condición propicia para un dictador de sus particulares características. Otra cosa es que los efectos de sus acciones nucleares traigan consecuencias en materia de sanciones económicas sobre su pueblo, obligado a peores condiciones de subsistencia, para no hablar de la inexistencia de cualquier libertad que no sea la de rendir culto de su líder. Así, confinados por cuenta de la dictadura en un país sin puertas al exterior, los norcoreanos desconocerán por ley que una de las últimas oportunidades de salida negociada, el llamado diálogo a seis bandas, parece cerrarse como opción. Ese esfuerzo que empezó en 2007 y pretendía compensaciones económicas a cambio del desmonte de la capacidad nuclear de Corea del Norte, no tiene hoy razones de ser para los otros cinco propulsores: Estados Unidos, Rusia, China, Corea del Sur y Japón. Corea del Norte agita de nuevo el tema nuclear, ese fantasma que no duerme y tiene tantos riesgos como opciones de convertirse en una realidad en el mundo actual. Desde una confrontación entre potencias (Estados Unidos y Rusia) hasta un simple accidente en un laboratorio, pasando por el recurso del que podrían echar mano otros Estados (India, Pakistán, Israel y la misma Corea del Norte) o la nada descartable tesis de que ese tipo de mortífero poder caiga en manos de terroristas. La pesadilla nuclear ha vuelto, una vez más. Por una sencilla razón: desde Hiroshima y Nagasaki, jamás se ha ido.

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