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La otra negociación

Sellado el acuerdo con las Farc y a la espera sólo de la ratificación mediante el plebiscito, la atención se está dirigiendo hacia la posibilidad de entablar una negociación seria con el ELN.

30 de septiembre de 2016 Por:

Sellado el acuerdo con las Farc y a la espera sólo de la ratificación mediante el plebiscito, la atención se está dirigiendo hacia la posibilidad de entablar una negociación seria con el ELN.

Sellado el acuerdo con las Farc y a la espera sólo de la ratificación mediante el plebiscito, la atención se está dirigiendo hacia la posibilidad de entablar una negociación seria con el ELN. No obstante las manifestaciones del Gobierno, los gestos de ese grupo se encaminan por ahora a rechazar cualquier cambio en su posición frente a crímenes como el secuestro y el terrorismo. Su argumento sigue siendo el mismo: consideran los jefes de la otra guerrilla antediluviana que secuestrar colombianos y volar oleoductos o traficar con drogas ilícitas son actos de guerra. Por lo tanto, su posición es inalterable en el sentido de exigir que se abra lo que alguien dio en llamar ‘la fase pública de la negociación’, es decir, los procedimientos proclamados con alborozo en Caracas, capital de la República Bolivariana de Venezuela, el pasado mes de marzo.Mientras los miembros del Comando Central reiteran sus peticiones, casi exigencias, desde el Gobierno y otros sectores empiezan a subir el tono y la frecuencia de los pedidos para que por lo menos liberen a algunos de los secuestrados en poder de la guerrilla que también cumplió más de cincuenta años aterrorizando al país. Es el espíritu de reconciliación que ha invadido el alma de los colombianos y sus gobernantes después de haber logrado sentar a la mesa y sacarle un compromiso al grupo más grande y sin duda con mayor capacidad de destrucción en toda nuestra historia.La expectativa es grande puesto que la paz que anhelan los colombianos no será completa mientras subsistan el ELN y las bandas criminales. Sin embargo, es evidente que en el caso del grupo guerrillero, una de las grandes dificultades reside en su estructura y la forma en que toman las decisiones, marcada por la independencia de sus frentes y agudizada por el poder que tienen dentro de ellos sus cabecillas acostumbrados a enriquecerse con la extorsión y, en casos como el del sur del país, de los cultivos ilícitos y el tráfico de drogas ilícitas con socios nacionales e internacionales.Ante esas circunstancias, el Gobierno recibe la presión que reclama ante todo el fin del secuestro. Y aunque no es acertado comparar este proceso con el que se realizó con las Farc, hay asuntos que son comunes, como es la necesidad de ofrecer a la Nación pruebas fehacientes de la voluntad de paz. Desconocer esa experiencia y sobre todo el espíritu que ha movido al Gobierno para negociar el fin del conflicto de cincuenta y dos años con ese grupo es darle la espalda a la realidad, rechazar la posibilidad de una salida digna y generosa, y obligar a una respuesta militar a la cual no puede renunciar un Estado obligado a garantizar la seguridad y la tranquilidad de sus ciudadanos. Esa voluntad de buscar un acuerdo es lo que no aparece por parte alguna en la actitud del ELN, incluso desde el momento en que se realizó el anuncio. Y lo que sólo hace crecer el escepticismo sobre el inicio y el buen suceso de una negociación mediante la cual sus integrantes ganarán el espacio que necesitan para reintegrarse a la vida normal y para participar en la política.

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