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La obligación de ahorrar

Los colombianos estamos pues en emergencia. Y al reconocerlo debemos atender al llamado de rebajar por lo menos el 5% del consumo que hasta ahora acostumbramos. Eso hay que hacerlo como una forma de ayudarnos a nosotros mismos a salir de un bache, que, como ocurrió en 1992, puede causar estragos en la producción, el empleo, el transporte, los servicios públicos y en general, en casi todas las actividades.

10 de marzo de 2016 Por:

Los colombianos estamos pues en emergencia. Y al reconocerlo debemos atender al llamado de rebajar por lo menos el 5% del consumo que hasta ahora acostumbramos. Eso hay que hacerlo como una forma de ayudarnos a nosotros mismos a salir de un bache, que, como ocurrió en 1992, puede causar estragos en la producción, el empleo, el transporte, los servicios públicos y en general, en casi todas las actividades.

Luego del reconocimiento hecho por el presidente Juan Manuel Santos sobre la gravedad en que se encuentra el sector eléctrico y la inminencia de un apagón en Colombia, la alternativa se dirige hacia el ahorro de los usuarios. Sin que ello signifique silenciar los cuestionamientos al comportamiento de las autoridades y a la imprevisión en que cayó el país, lo cierto es que la opción es llamar a bajar el consumo de manera drástica para tratar de evitar lo que sería un desastre para la economía nacional. Debido a la inminencia del apagón, ya no es un asunto de pedirle a los grandes consumidores, las industrias y las entidades oficiales con el alumbrado público, la dotación a los centros de salud, las escuelas y colegios. Es, ante todo, el llamado a los hogares, esos sí son los centros de consumo más importantes, si se suman. Ahora, y debido a la imprevisión, al Niño, a los daños en la hidroeléctrica de Guatapé, y a los malos cálculos, se deberá poner el freno de mano. Y no por la política, un poco tardía, de crear estímulos económicos para el ahorro y sanciones al despilfarro. Lo que debe producirse es la convocatoria a un gran aporte para evitar que todos los colombianos salgamos perjudicados. La verdad sea dicha, hoy no se sabe cuál es el estado real de las reservas hídricas y el final del fenómeno del Niño es apenas una especulación. Por otro lado, la situación de las termoeléctricas no deja de ser una preocupación, en la medida en que llevan varios meses trabajando veinticuatro horas al día y siete días a la semana, mientras ya se sabe que hay una gran deficiencia de gas, lo cual obliga al uso de combustibles líquidos. Los colombianos estamos pues en emergencia. Y al reconocerlo debemos atender al llamado de rebajar por lo menos el 5% del consumo que hasta ahora acostumbramos. Eso hay que hacerlo como una forma de ayudarnos a nosotros mismos a salir de un bache, que, como ocurrió en 1992, puede causar estragos en la producción, el empleo, el transporte, los servicios públicos y en general, en casi todas las actividades.Después habrá tiempo para investigar lo sucedido alrededor de una emergencia que fue avisada con tiempo y muchos en las entidades públicas confiaron en poder evitarlas. Como deben hacerse las preguntas sobre la responsabilidad que le cabe a los organismos de control del sector eléctrico, a los generadores y distribuidores y a todos aquellos que demoraron la toma de decisiones y la información a la ciudadanía sobre la verdad de lo que podía acontecer. Hoy, los colombianos esperamos que se reduzca la amenaza del Niño para que podamos recuperar la capacidad de las hidroeléctricas, así como la pronta reparación de los daños que sacaron del sistema a la central de Guatapé y a tres generadoras más, el 10% de la capacidad instalada del país. Y confiamos que las medidas tomadas por el Gobierno sean suficientes para superar el peligro. Pero mientras eso ocurre, debemos contribuir con el ahorro. Que no se nos olvide que la energía más cara para todos es la que no existe.

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