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La jugada de Tsipras

En lo que resta de aquí a las elecciones, Tsipras deberá encontrar más argumentos para demostrar por qué el No mayoritario del referendo a las condiciones menos favorables frente a los acreedores terminó en SÍ en la mesa de negociaciones. Y también por qué los ajustes en pensiones y en recorte del sector público fueron tan drásticos.

1 de septiembre de 2015 Por:

En lo que resta de aquí a las elecciones, Tsipras deberá encontrar más argumentos para demostrar por qué el No mayoritario del referendo a las condiciones menos favorables frente a los acreedores terminó en SÍ en la mesa de negociaciones. Y también por qué los ajustes en pensiones y en recorte del sector público fueron tan drásticos.

La decisión del primer ministro griego Alexis Tsipras de renunciar a su cargo para convocar a elecciones previstas para el 20 de septiembre próximo es la jugada con que el dirigente de la izquierda acaba de cerrar una partida en la que sus movimientos consiguieron que su país saliera de un posible jaque mate.Por supuesto, no todo son aplausos desde la galería. En el camino para llegar a lo que parecen ser unas tablas impuestas en el ajedrez, Tsipras terminó acogiendo buena parte de aquello contra lo que, en campaña, dijo luchar. Pero la política suele ser la posibilidad de cambiar las promesas. Por eso ahora, algunos de quienes lo treparon están dispuestos a condenarlo en las urnas, mientras sus antiguos críticos, que lo consideraban amenaza para la existencia del estado griego, creen que no hay otro camino que su ratificación.Tratar de entender por qué Tsipras pasó de villano a héroe (y viceversa, según el cristal con que se le mire) pasa por una variable siempre cercana al ejercicio del poder: el pragmatismo. Una vez se trepó en ese potro que la historia le puso en suerte, el primer ministro encontró que todas las opciones de reducían a llegar a un acuerdo con la Unión Europea, con todos los costos del caso, o tomar el camino que habían trazado los sectores más radicales de Syriza, su partido, la ruptura de consecuencias incalculables.Al final, dirán los anales de la Unión Europea sobre esta puja interna, la cabeza fría parece haber derrotado al aventurerismo, porque aún queda un último asalto, el de las urnas en las que, como ha dicho el propio Tsipras, será el pueblo el que se pronuncie para decidir si el negocio que se hizo fue o no el mejor. Aquel contundente “ustedes con su voto nos juzgarán” que acompañó su dimisión bien podría remontar la situación a los primeros tiempos de la democracia, nada menos que en el propio escenario de su génesis. En lo que resta de aquí a las elecciones, Tsipras deberá encontrar más argumentos para demostrar por qué el No mayoritario del referendo a las condiciones menos favorables frente a los acreedores terminó en SÍ en la mesa de negociaciones. Y también por qué los ajustes en pensiones y en recorte del sector público fueron tan drásticos.Ese mismo Tsipras sabrá decir que Grecia ya recibió esos 13 mil millones de euros con lo que pagó el jueves pasado la obligación contraída con el Banco Central Europeo, para cerrarle la puerta al que parecía inevitable default. Y que si hay una luz en el horizonte es que ya, en medio de tanta zozobra de los últimos meses, la estabilidad muestra señales. Una, el crecimiento del 0,8% en el segundo trimestre de este 2015. Y otras que antes no valían tanto pero que ahora tienen peso evidente: el rescate es una realidad y Grecia sigue en el euro. Pero si algo definitivo tiene que advertir Tsipras a su pueblo es que, aunque suene feo, solo él y quienes lo rodean en esta nueva etapa, son capaces de mantener el rumbo. De hecho, esa es la siguiente jugada, la del voto de confianza. Grecia decidirá y todo indica que Tsipras es el hombre.

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