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La hoja de ruta

Saber que hoy apenas queda el 8% de los nueve millones de hectáreas de bosque seco tropical que originalmente había en el territorio nacional, o que el 84% de las especies de peces de agua dulces están bajo amenaza, evidencia que no se ha sabido administrar una riqueza privilegiada en la que podría estar, además de la redención ambiental del mundo, la oportunidad económica y de desarrollo de millones de colombianos.

2 de julio de 2016 Por:

Saber que hoy apenas queda el 8% de los nueve millones de hectáreas de bosque seco tropical que originalmente había en el territorio nacional, o que el 84% de las especies de peces de agua dulces están bajo amenaza, evidencia que no se ha sabido administrar una riqueza privilegiada en la que podría estar, además de la redención ambiental del mundo, la oportunidad económica y de desarrollo de millones de colombianos.

¿Qué está haciendo bien y en qué está errando Colombia al proteger su biodiversidad? En la respuesta a esas preguntas está el futuro ambiental de una nación que tiene el privilegio así como el deber de preservar la segunda mayor riqueza natural del Planeta.Saber, por ejemplo, que el 50% de los ecosistemas del país se encuentra en algún grado de riesgo, o que al 2014 la pérdida de bosques llegaba al 37,5% mientras que la de los páramos era del 15,9%, son puntos de partida para entender el camino a seguir y en dónde se debe hacer mayor énfasis. También es importante conocer que hay descritas 203 colecciones biológicas en Colombia gracias a las cuales hoy se custodian seis millones de ejemplares de fauna y flora en 24 departamentos.Esos son algunos ejemplos de los datos que registra el informe Biodiversidad 2015 presentado recientemente por el Instituto Alexander Von Humboldt, en el cual trabajaron un centenar de investigadores de veinte entidades distintas, que se unieron para compartir su información y hacer el análisis pertinente. En él se detalla, entre otros, el estado actual de los ecosistemas nacionales, las especies en riesgo de desaparecer y el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente nacional. Así mismo se explica el positivo avance de la legislación y la normatividad en el país en cuanto a protección de los recursos naturales y en concordancia con los compromisos internacionales adquiridos por la Nación. O la importancia de las iniciativas que surgen en los departamentos y los municipios, sobre todo desde las comunidades que entienden cómo al cuidar los ecosistemas se pueden beneficiar de ellos de manera sostenible. Se está lejos del ideal de protección legal que amerita la biodiversidad nacional, pero poco a poco se dan pasos mayores.El estudio muestra eso sí, cómo la indiferencia y la ambición le han pasado cuenta de cobro a la naturaleza. Saber que hoy apenas queda el 8% de los nueve millones de hectáreas de bosque seco tropical que originalmente había en el territorio nacional, o que el 84% de las especies de peces de agua dulces están bajo amenaza, evidencia que no se ha sabido administrar una riqueza privilegiada en la que podría estar, además de la redención ambiental del mundo, la oportunidad económica y de desarrollo de millones de colombianos.Ello quiere decir que más allá de satanizar cualquier actividad en la que se dé una intervención humana, se debe hacer una planificación que brinde la debida protección y permita un uso razonable siempre que se garantice el mínimo impacto ambiental. No es negar la extracción minera, es saber dónde sí o dónde no se debe hacer, a la vez que controlar su ilegalidad. Tampoco es condenar las prácticas ganaderas per se, cuando hay ejemplos como el de la Orinoquía, que demuestran cómo es posible combinarla con la protección de los ecosistemas.Todo ello es el panorama presentado en Biodiversidad 2015, que ante todo debería ser una hoja de ruta para quienes tienen el deber de tomar las decisiones ambientales en el país y en sus regiones, así como para los colombianos que son los más interesados en preservar sus recursos naturales.

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