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La guerra de las potencias

Por supuesto, la tregua no pudo ser iniciada, y entre tanto los miles de civiles que no reciben ayuda hace más de dos meses siguen aguardando a que el Gobierno de Al Assad autorice la entrada de las caravanas con alimentos y medicinas, detenidas hace tres días en la frontera con Turquía.

23 de septiembre de 2016 Por:

Por supuesto, la tregua no pudo ser iniciada, y entre tanto los miles de civiles que no reciben ayuda hace más de dos meses siguen aguardando a que el Gobierno de Al Assad autorice la entrada de las caravanas con alimentos y medicinas, detenidas hace tres días en la frontera con Turquía.

A la tragedia que padece Siria por la dictadura de Bashar Al Assad y los intentos por derrocarlo se sumó hace muchos meses la presencia del Estado Islámico y la necesidad de acabar con ese reducto de terrorismo que amenaza al mundo occidental. Ahora hay que agregarle la confrontación cada vez más inocultable entre Estados Unidos y Rusia por el valor estratégico de ese país en el Oriente Medio.Claro que los muertos y los desplazados los sigue poniendo la nación siria. Son los 250.000 habitantes que quedan en Alepo, otrora capital económica del norte de ese país y hoy una ruina donde a diario se producen escenas sacadas del absurdo, si no fuera por su crueldad y el saldo de muerte que dejan. Hace una semana fue la aviación estadounidense que atacó en forma involuntaria al Ejército de Siria, causando un número importantes de bajas. Y tres días después sus colegas rusos volaron un convoy de ayuda humanitaria, matando 20 personas y obligando a la suspensión de ese esfuerzo por llevar alivio a las víctimas.Todo eso se produjo sólo ocho días después de que Rusia y los Estados Unidos hubieran acordado un cese el fuego, por lo menos en Alepo, planteando también la unión para atacar los enclaves del EI y de Al Qaeda que aún quedan en la zona. Por supuesto, la tregua no pudo ser iniciada, y entre tanto los miles de civiles que no reciben ayuda hace más de dos meses siguen aguardando a que el Gobierno de Al Assad autorice la entrada de las caravanas con alimentos y medicinas, detenidas hace tres días en la frontera con Turquía. Pese a todo ese cuadro de confrontación entre las potencias que deberían garantizar el cese el fuego, entre los diplomáticos de los países involucrados y de los que tratan de ayudar a la causa se insiste en decir que la tregua está vigente, que no ha fracasado y que hoy se producirá una reunión para reactivar la tregua. Y la ONU sigue siendo convidado de piedra que a duras penas condena al régimen de Al Assad por matar civiles, sin atreverse a conminar a las dos superpotencias para que cesen su disputa y ayuden a acabar la tragedia de Siria. Allí está una de las razones por las cuales tampoco ha sido posible acabar con el califato del Estado Islámico y su capacidad de generar terrorismo. Es que el asunto para Rusia es mantener la dictadura, lo cual le asegura su presencia en el Mediterráneo, y para Estados Unidos, conservar el control sobre una región de la cual sale gran parte del petróleo que consume Occidente. El resto, los centenares de miles de muertos y los millones de desplazados que tratan de llegar a Europa, son apenas daños colaterales que no deben desviar los objetivos de quienes hoy combaten en cuerpo ajeno. Y la ONU, apenas una burocracia cada vez más inútil y más limitada para cumplir su misión, asegurar la paz y el respeto por los derechos humanos en el mundo. Por eso, la tragedia de Siria no tendrá fin mientras no termine la guerra entre las potencias por el control. Es la nueva versión de la Guerra Fría que a alguien se le ocurrió decir que había terminado hace veinticinco años.

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