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La gran enemiga

"Por encima de los desafíos que plantean los problemas de seguridad para los ciudadanos, la corrupción se convirtió ya en la gran enemiga de la confianza y de la credibilidad del Estado. El reto es derrotarla, encontrar y castigar a sus responsables y cerrar las venas rotas que la hacen posible".

28 de diciembre de 2016 Por:

"Por encima de los desafíos que plantean los problemas de seguridad para los ciudadanos, la corrupción se convirtió ya en la gran enemiga de la confianza y de la credibilidad del Estado. El reto es derrotarla, encontrar y castigar a sus responsables y cerrar las venas rotas que la hacen posible".

Por encima de los desafíos que plantean los problemas de seguridad para los ciudadanos, la corrupción se convirtió ya en la gran enemiga de la confianza y de la credibilidad del Estado. El reto es derrotarla, encontrar y castigar a sus responsables y cerrar las venas rotas que la hacen posible. El 2016 terminó con un escándalo mayúsculo, cuando la Justicia de los Estados Unidos destapó la red de sobornos de la firma brasileña Odebrecht, culpable entre otros de la caída de gran parte de la dirigencia política en su país, empezando por su presidenta Vilma Rouseff. En lo que respecta a Colombia, se supo de comisiones que superan los seis millones de dólares a cambio de contratos cuantiosos. Pero ese es solo el último de los descubrimientos. Antes, el país debió recibir informes estremecedores sobre los sobrecostos por más de cuatro mil millones de dólares en la construcción de Reficar, así como de los cientos de millones comprometidos por Ecopetrol en la refinería de biocombustible en los Llanos Orientales. De igual manera, la construcción de obras públicas en las regiones y municipios sigue siendo motivo de preocupación constante para la Cámara Colombiana de la Infraestructura. El despilfarro descarado y vergonzoso en la construcción de coliseos y estadios destinados a los Juegos Nacionales en el Chocó y en Ibagué es una afrenta contra los colombianos que deben soportar impotentes la manera en que los recursos oficiales se evaporan detrás de propósitos en apariencia inobjetables. Hace unos meses, la Contraloría General de la República emitió un concepto según el cual la corrupción le costó a Colombia una cifra que bordea los veintiún billones de pesos en el 2015. En ese dato no está incluida la evasión de impuestos que practican los particulares, ocasionando la pérdida de cerca del 50% de los ingresos que debería recibir el fisco por concepto del Impuesto al Valor Agregado.Y qué decir del espantoso drama de niños que mueren de hambre en la Guajira, mientras las redes de corrupción respaldadas por el clientelismo festinan los recursos destinados a atender sus necesidades. Es el inaceptable desafío de la inmoralidad que no puede ser aceptado.Pero el Estado padece grandes limitaciones y las autoridades deben sacar adelante una reforma tributaria para amortizar el golpe de la caída en la renta petrolera en sus finanzas. Para ello debe negociarla con una alianza política, infortunadamente acostumbrada a exigir y recibir partidas prebendas a cambio de su voto. Así, la corrupción destruye la confianza que los ciudadanos deben tener en las instituciones, desaparece la credibilidad en los partidos y organizaciones políticas que se acostumbran a comprar el respaldo popular. La fe pública se va deteriorando y se pierde el respaldo a las instituciones creadas para administrar el patrimonio de la sociedad y los ingresos autorizados para generar el bienestar de la Nación. La corrupción es pues la gran enemiga de Colombia. Combatirla es un deber de las autoridades y de los ciudadanos si lo que se quiere es preservar la confianza en la democracia.

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