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La experiencia de Brasil

"El experimento del Brasil ha demostrado que la izquierda puede gobernar siempre que no recurra a los ideologismos y dogmatismos, a exacerbar el populismo o se intente crear una nueva clase dominante que se especializa en exprimir al máximo las ventajas del poder".

1 de septiembre de 2014 Por:

"El experimento del Brasil ha demostrado que la izquierda puede gobernar siempre que no recurra a los ideologismos y dogmatismos, a exacerbar el populismo o se intente crear una nueva clase dominante que se especializa en exprimir al máximo las ventajas del poder".

El más reciente sondeo de opinión en Brasil sitúa a Dilma Rousseff y Marina Silva con 34%, lo que constituye un ascenso para la candidata del Partido Socialista Brasileño y un retroceso de la Presidenta. Si se diera ese resultado, el 26 de octubre habría una segunda vuelta en la que Silva triunfaría con diez puntos de ventaja sobre la mandataria. Al mismo tiempo que se conoce la encuesta, el Ministerio de Economía se vio obligado a reconocer que la economía entró en recesión técnica al registrar dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Esa noticia se produjo un día después del debate televisivo entre los candidatos principales, en el que tanto la socialista Marina Silva como el socialdemócrata Aercio Nieves criticaron el desempeño del gobierno en el manejo económico.Para el analista André Perfeito, el primer trimestre “fue muy, muy malo”. “Tuvimos una amenaza de apagón, una amenaza de racionamiento de agua, Brasil sufrió el ‘downgrade’ de Standard & Poor’s, las exportaciones brasileñas sufrieron mucho por la crisis argentina” y por la disminución de las exportaciones a Venezuela. Pero aseguró que “Brasil no está fundido” y que la actual situación mejorará, regresando al terreno positivo en el segundo semestre. “Brasil creció mucho en los últimos años. (...) De forma general la economía brasileña adquirió otro tamaño y va a continuar creciendo. Brasil atraviesa ahora dolores de crecimiento”.Lo que está claro es que Brasil aprovechó la demanda internacional por materias primas y la alianza con algunos países latinoamericanos para aumentar sus ventas en el exterior, que comenzaron a caer por efecto de la crisis internacional y no por políticas económicas restrictivas. El mundo le reconoce al PT de Lula y la propia Roussef el mérito de la tolerancia y el pragmatismo, adaptándose y compitiendo en el mercado mundial con relativo éxito.La señora Roussef heredó, además, la realización del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos en el 2016, que obligaron a gigantescas inversiones oficiales que pueden estar pasando factura antes de que se concreten sus beneficios. La molestia de los brasileños por esas inversiones, cuya rentabilidad no es fácil de entender, beneficia a radicales como Marina Silva, quien ha insistido en el lema de “menos obras suntuarias y más escuelas y hospitales”, aprovechando también la desaparición de Eduardo Campo, quien era el candidato de su partido y a quien reemplazo tras su muerte en un accidente aéreo.Así están las cosas un mes antes de las elecciones presidenciales del gigante vecino, donde llevan más de una década ensayando un gobierno de izquierda democrática y moderada, capaz de controlar la corrupción. Sin embargo, está a punto de elegir un cambio con un sesgo socialista, que no parece amigo de la iniciativa privada, lo cual podría conducir a la caída definitiva, al estilo de Venezuela o Argentina.El experimento del Brasil ha demostrado que la izquierda puede gobernar siempre que no recurra a los ideologismos y dogmatismos, a exacerbar el populismo o se intente crear una nueva clase dominante que se especializa en exprimir al máximo las ventajas del poder.

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