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La devolución de Emcali

12 de junio de 2010 Por: User Admin

Con el anuncio del presidente Álvaro Uribe sobre la devolución de Emcali al Municipio, se abre una nueva etapa en el manejo de la ciudad. Por ello, y antes que reclamar esa devolución como un triunfo político, es el momento de asegurarle a la ciudad que habrá transparencia en su manejo para evitar un nuevo y doloroso descalabro.Si las palabras del presidente Uribe se cumplen, el Municipio recuperará el control de la empresa de servicios públicos antes del próximo 7 de agosto. Terminarán diez años de intervención a cargo de la Superintendencia de Servicios Públicos, que parece haber cumplido una buena labor, no obstante algunos hechos polémicos y algunas decisiones que produjeron rechazos en la comunidad caleña. Así, Cali recibirá una empresa transformada, con importantes cambios en su estructura administrativa, con socios en el negocio de las telecomunicaciones y con un convenio de desempeño que fijó las bases para su recuperación. Para ello será necesario exigir un riguroso informe sobre el estado en que se encuentra Emcali y los compromisos que adquirió la Superintendencia. Ojalá, ahora sea posible conocer con exactitud el estado de sus finanzas y la realidad de asuntos tan críticos como las pérdidas que se presentan en los servicios de acueducto y energía. Y se sepan cuáles serán los pasos para evitar que regresen las organizaciones que manipularon la facturación y desangraron la empresa, ya fuera por intereses económicos o por compromisos políticos que financiaban campañas electorales. Allí está la clave de los problemas que postraron a Emcali y la llevaron al borde de la liquidación, la que fue evitada por el compromiso del presidente Uribe con su salvación. Es que los abusos cometidos por el clientelismo politiquero, después reemplazado por el poder de un sindicalismo politizado y mal entendido, causaron un enorme daño a la entidad que fue modelo como empresa de servicios públicos en Colombia. Y postraron a la ciudad, que perdió su capacidad de decidir su futuro, como le ocurrió también en muchas entidades hoy liquidadas como Emsirva o Calisalud.Emcali es un patrimonio público y como tal debe ser administrado con criterios que respondan a las necesidades de sus usuarios y a las realidades de los mercados en que se desempeña la empresa. En los últimos catorce años Cali tiene una amarga experiencia de lo que puede producir la política entendida como la satisfacción de ambiciones personales. Ahora, y por el bien de la ciudad, atrás deben quedar las épocas en que los intereses clientelistas se imponían al interés común, causando la ruina de las empresas y la decepción de los caleños frente a sus instituciones de gobierno. Esa es la experiencia que no puede repetirse. Ahora, la administración de Emcali será devuelta. Pero no a los grupos políticos que detentan el poder, sino a la ciudad. Y deberá ser manejada con transparencia y respondiendo a sus verdaderos propietarios, los caleños. Ello implica reclamar un acuerdo de gobernabilidad, para responder no sólo a los acreedores o a la Superintendencia, sino, y en primer lugar, a la ciudadanía. Y rechazar cualquier intento por imponer hegemonías basadas en los resultados electorales.

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