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La cuenta de cobro

El problema no está ni en las empresas de combustibles, que tienen excesos en sus tanques, ni en las bombas que no encuentran manera de abastecerse, o en la falta de capacidad adquisitiva de los compradores británicos.

3 de octubre de 2021 Por: Editorial .

Por increíble que parezca, Inglaterra enfrenta una aguda escasez de combustibles, alimentos y suministros en general. Y no es una crisis causada por movimientos políticos, ausencia de recursos para pagar o producir los artículos y servicios cuya falta está ocasionando un ataque de nervios entre los consumidores de la que es una de las grandes potencias económicas del planeta.

Hoy se ven largas colas en las gasolineras de vehículos en Londres y casi todas las ciudades inglesas, aguardando hasta dos y tres horas para llenar los tanques, y en muchos negocios de ventas al detal, en especial de alimentos, se escucha el clamor de clientes, propietarios y empleados que no encuentran los productos que están buscando. Eso ha desencadenado el aumento de la demanda que aumenta el desabastecimiento, la cadena natural cuando no se encuentra que comprar y se riega la voz de alarma sobre un posible racionamiento.

El problema no está ni en las empresas de combustibles, que tienen excesos en sus tanques, ni en las bombas que no encuentran manera de abastecerse, o en la falta de capacidad adquisitiva de los compradores británicos. Tampoco es un asunto de ausencia de alimentos o bienes de consumo que los hay en abundancia en las bodegas de las grandes cadenas o en los silos de los productores de alimentos.

La crisis está en la falta de conductores para los camiones que movilizan la carga diaria, alimentando la red de distribución que surte a una de las economías más poderosas. Y su causa está en las medidas originadas en el Brexit, las cuales impulsaron el éxodo de miles de trabajadores o limitaron su ingreso, más de 100.000 choferes venidos de Europa que abandonaron Inglaterra. Aunque las restricciones ocasionadas en la pandemia contribuyeron a impulsar esa salida, lo cierto es que Inglaterra se quedó sin la mano de obra barata y poco calificada que necesita para movilizar su economía.

Ahora, el primer ministro Boris Johnson trata de aplacar las críticas que surgen de todos lados por la falta de previsión en la aplicación de esa salida de la Unión Europea que hoy tiene a su país al borde de una crisis sin precedentes o cerca de un racionamiento similar al de la Segunda Guerra Mundial. Y los comerciantes y distribuidores de combustibles buscan soluciones urgentes para conseguir por lo menos 25.000 conductores que resuelvan el infarto antes de la temporada decembrina, incluyendo el alza de salarios, mientras el gobierno le echa mano al Ejército para tratar de superar el desabastecimiento que padece su país.

No todo es riqueza, ni todo se resuelve con la arrogancia de pensar que Inglaterra no necesita de sus vecinos, parece ser la moraleja de la crisis que enfrentan los ingleses y el gobierno que ahora debe dar marcha atrás a sus prohibiciones. En un mundo globalizado, donde alianzas como la UE crearon estrechos lazos económicos y políticos durante sesenta años, recurrir al nacionalismo y al aislamiento y divorciarse de un continente que además de vecino y aliado proporciona la mano de obra los recursos que requiere el Reino Unido, pasa la inevitable de cuenta de cobro.

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