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La crisis egipcia

Mursi traicionó el ideario secular de los manifestantes e impuso la sharia o ley islámica, para decidir los asuntos legales del país. No hizo ningún esfuerzo para crear un gobierno de unidad nacional, pese a que su victoria revelaba que casi la mitad del país no estaba a su favor.

6 de julio de 2013 Por:

Mursi traicionó el ideario secular de los manifestantes e impuso la sharia o ley islámica, para decidir los asuntos legales del país. No hizo ningún esfuerzo para crear un gobierno de unidad nacional, pese a que su victoria revelaba que casi la mitad del país no estaba a su favor.

La noche del miércoles, el comandante general de las Fuerzas Armadas de Egipto, Abdul Fattah al Sisi, declaró suspendida la Constitución de su país y designó a Adly Mansour, presidente del Tribunal Supremo Constitucional como mandatario interino.Terminó así el gobierno del presidente Mohamed Mursi. Tanto la máxima autoridad islámica del país, el gran jeque de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, como el papa copto, Teodoro II, y la principal figura de la oposición, Mohamed El Baradei, dieron su aprobación. Los manifestantes que protestaban contra el gobierno en la plaza Tahrir y en otras ciudades del país, también acogieron la intervención militar con gratitud y esperanza.Tal circunstancia produce una nueva crisis, en la que deja de existir el gobierno democráticamente elegido y da paso a un gobierno interino, tutelado por los militares, que han prometido un pronto retorno a la democracia, con la realización de elecciones libres, para que la ciudadanía egipcia decida su propio futuro. Debe recordarse que los militares habían jugado un papel similar en el derrocamiento del dictador Hosni Mubarak, que era repudiado por millones de egipcios, en lo que se conoció entonces como uno de los pasos iniciales de la primavera Árabe.Entonces como ahora, los manifestantes pedían un democracia laica, unidad nacional y progreso. Pero las elecciones fueron ganadas por un representante de la organización islamista Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, quien puso en peligro las esperanzas despertadas con la movilización de los ciudadanos.Mursi traicionó el ideario secular de los manifestantes e impuso la sharia o ley islámica, para decidir los asuntos legales del país. No hizo ningún esfuerzo para crear un gobierno de unidad nacional, pese a que su victoria revelaba que casi la mitad del país no estaba a su favor. Y, lo más delicado, impuso a las carreras una Constitución de marcado carácter musulmán. Pronto tuvo en su contra, y otra vez en las calles, a millones de los que habían protestado contra la dictadura de Mubarak.Puede decirse que Mursi “desgobernó” el país durante un año, pues las sucesivas crisis no le dejaron atender los delicados temas económicos y sociales pendientes. Ni le interesó administrar o no supo hacerlo, con lo que la crisis económica agravó la situación de las clases medias egipcias, mientras se disparaba la inseguridad y la ciudadanía desconfiaba cada vez más del gobierno.Así, pronto la voz del pueblo se hizo sentir de nuevo en la emblemática plaza Tahrir de El Cairo, esta vez pidiendo la dimisión de Mursi y la realización de nuevas elecciones. De nuevo el ejército se vio obligado a intervenir, como lo había hecho con la deposición de Mubarak, para evitar que las manifestaciones y contramanifestaciones terminaran en un espiral de violencia incontrolable.Ahora se espera un pronto retorno a la normalidad, el respeto a los derechos humanos, y la realización de elecciones libres. Difícil lograrlo cuando aparecen las medidas de fuerza para detener a dirigentes de los hermanos Musulmanes, lo mismo que el ejercicio de la fuerza contra los manifestantes favorables al gobierno depuesto.

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