El pais
SUSCRÍBETE

La crisis de siempre

Sin embargo, la frecuencia de los paros lleva a concluir que las cosas no están funcionando como debe ser, y que las reformas adoptadas hasta ahora no han servido para resolver las innumerables trabas y los permanentes conflictos que hacen imposible ofrecer una rápida, cumplida y eficaz justicia para los ciudadanos.

28 de enero de 2016 Por:

Sin embargo, la frecuencia de los paros lleva a concluir que las cosas no están funcionando como debe ser, y que las reformas adoptadas hasta ahora no han servido para resolver las innumerables trabas y los permanentes conflictos que hacen imposible ofrecer una rápida, cumplida y eficaz justicia para los ciudadanos.

Terminaron las vacaciones del poder judicial y empezó un nuevo paro de Jueces que protestan por razones que van desde sus ingresos hasta la falta de condiciones para realizar sus funciones. Otra vez, los colombianos vuelven a experimentar una realidad que, valga la pena repetirlo, es producto de un servicio público vital para la Nación, que no cumple su misión como constructora de paz y defensora de los derechos. Sin duda, hay muchos magistrados, jueces y funcionarios que cumplen sus deberes. Son abnegados funcionarios que se entregan a su profesión y tratan de hacer las cosas como corresponde para que se respeten o se restablezcan los derechos en Colombia. Sin embargo, la frecuencia de los paros lleva a concluir que las cosas no están funcionando como debe ser, y que las reformas adoptadas hasta ahora no han servido para resolver las innumerables trabas y los permanentes conflictos que hacen imposible ofrecer una rápida, cumplida y eficaz justicia para los ciudadanos. Imposible decir que en Colombia no existe la justicia. Pero también es imposible negar que estamos muy cerca del colapso. Ahora mismo, y a pesar de que se ha logrado el acuerdo con uno de los sindicatos para levantar el último paro, en varias ciudades jueces de familia y civiles continúan el movimiento disfrazado de ‘asamblea permanente’ para reclamar condiciones idóneas para aplicar la justicia oral que creó la reforma a los procedimientos en esas especialidades. Y nada hace prever que esas exigencias sean cumplidas en el corto plazo, por lo cual serán las familias y miles de niños los que se verán directamente perjudicados.De otra parte, el pasado domingo el columnista Mauricio Vargas hizo una estremecedora radiografía de lo que ocurre en las Altas Cortes. En su columna del pasado domingo en un diario capitalino resumió los problemas que afrontan las nuevas entidades creadas para reemplazar el Consejo Nacional de la Judicatura, los cuales tienen acéfalo el manejo de los recursos destinados a la rama y el cumplimiento de funciones vitales para que ella marche. Y contó los de la Corte Suprema de Justicia para llenar sus vacantes, además de anticipar la posibilidad de que la Fiscalía General de la Nación caiga de nuevo en otra larga interinidad. A lo cual debemos agregar la crisis de credibilidad por la cual atraviesa la Corte Constitucional debido a hechos revelados con abundancia. Y frente a ese cuadro por lo menos preocupante, se hace casi imposible aplicar la reforma llamada de “equilibrio de Poderes” en lo que respecta a la Justicia. Pero los jueces siguen protestando con razones que en muchos casos deben ser escuchadas y sus problemas resueltos. Peor aún es que los ciudadanos que no tienen la culpa, siguen padeciendo la creciente imposibilidad de acceder a uno de los servicios que justifica la existencia de un Estado democrático. Así suene reiterativo, hay que decir que lo que tenemos no es Justicia para todos sino un organismo que está colapsando ante la mirada de todos sus integrantes. Y que Colombia necesita recuperar su Justicia para ser un país democrático, civilizado y pacífico.

AHORA EN Editorial