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La consulta de Cataluña

"En términos generales, la opinión española ha sido mayoritaria en condenar los intentos separatistas, no porque los considere una especie de súbditos de Castilla, sino porque la conformación de lo español sería extraña sin la unidad entre castellanos y catalanes, que se remonta a los albores de la historia de España".

10 de noviembre de 2014 Por:

"En términos generales, la opinión española ha sido mayoritaria en condenar los intentos separatistas, no porque los considere una especie de súbditos de Castilla, sino porque la conformación de lo español sería extraña sin la unidad entre castellanos y catalanes, que se remonta a los albores de la historia de España".

Según la vicepresidenta de la Generalitat, la participación en la consulta alternativa catalana fue de 1.977.531 personas en los colegios electorales de Cataluña. En términos generales este referendo, que no es vinculante ni causa efectos legales, demuestra que existe un importante núcleo de población que se inclina por su independencia de España.Pero nadie puede afirmar que ese núcleo conforma la mayoría de los catalanes. Sobre un universo de más de 6 millones de posibles votantes, hasta ayer apenas acudieron a las urnas un poco más del 30%. Una cifra significativa, pero no decisoria.El Gobierno español trató la consulta alternativa como si fuera un puro ejemplo de propaganda política, calificándola de “ejercicio antidemocrático e inútil, que no tiene efectos jurídicos”. Mariano Rajoy ha querido minimizar este “proceso participativo”, al que no da ninguna validez. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, siguió la jornada desde su despacho en La Moncloa y evitó comparecer, pero sí lo hizo a última hora, con las urnas ya cerradas, señalando que la consulta ha sido “un acto que solo ha servido para exacerbar la división entre los catalanes”.En términos generales, la opinión española ha sido mayoritaria en condenar los intentos separatistas, no porque los considere una especie de súbditos de Castilla, sino porque la conformación de lo español sería extraña sin la unidad entre castellanos y catalanes, que se remonta a los albores de la historia de España. No hay que olvidar que la unión de Castilla y Aragón sentó las bases jurídicas del moderno Estado español.Lo que está en juego no es la secesión de un territorio importante y pequeño del reino, sino el posible fraccionamiento de una gran nación europea que tiene entre sus pilares a la diversidad de culturas, tradiciones, lenguas y aspiraciones de comunidades unidas en forma voluntaria, pero con fuertes sentimientos de autonomía. Vascos, gallegos, valencianos, canarios, gitanos y otros, encontrarían un fermento separatista en la separación catalana, con lo que se eliminaría a una gran nación, España, del escenario europeo y mundial. Insistir en la independencia catalana es lo mismo que persistir en la destrucción de España.Este es el punto crucial que muchos catalanes no alcanzan a comprender, y que algunos explotan para obtener dividendos partidistas. Como lo fue también en el Reino Unido cuando la mayoría decidió que Escocia continuara unida a Inglaterra. Digamos que el signo de los tiempos, antes que el fraccionamiento en multitud de pequeñas unidades dejadas a su suerte, es la creación de grandes bloques de comunidades que se unen alrededor de propósitos comunes, ampliando mercados, posibilidades de inversión y mejora de los intercambios entre unos y otros.La sensatez y la experiencia indican que, luego de la votación obtenida por los independentistas en las elecciones no vinculantes de ayer, mejor sería no insistir en realizar un referendo, que la ley no permite en España y que, además, nadie puede asegurar que dará la victoria a los secesionistas.

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