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La conexión argentina

"Como ha pasado en casos similares, Argentina no es sólo base de lanzamiento de droga al exterior sino que además comienza a sentir todos los efectos sociales de la devastadora presencia de la cultura mafiosa".

19 de septiembre de 2016 Por:

"Como ha pasado en casos similares, Argentina no es sólo base de lanzamiento de droga al exterior sino que además comienza a sentir todos los efectos sociales de la devastadora presencia de la cultura mafiosa".

“Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”. Esas palabras del papa Francisco a un compatriota argentino en febrero de 2015 despertaron debate por cuenta de lo que se llamó una innecesaria estigmatización. Hoy, lo dicho por el Pontífice cobra vigencia: Argentina vive el fenómeno del narcotráfico. Aunque tiene la intensidad de lo vivido en México o Colombia, hoy el país del sur es punto estratégico del comercio mundial de las drogas ilícitas. Lo dice Naciones Unidas en su informe más reciente, en el cual ese país ocupa el quinto lugar en el tránsito de estupefacientes (cálculos hablan de 70 toneladas de cocaína en los últimos años), con destino a los mercados de Europa y Asia.En lo que no se detiene el documento es en algo peor. Como ha pasado en casos similares, Argentina no es sólo base de lanzamiento de droga al exterior sino que además comienza a sentir todos los efectos sociales de la devastadora presencia de la cultura mafiosa. El caso más representativo es Rosario, capital provincial a la que ahora vuelven a llamar ‘la Chicago argentina’. El dinero fácil, el aumento de jóvenes dispuestos al todo por la plata y la ascendente criminalidad asociada al ajuste de cuentas, hacen de esa ciudad un laboratorio del mal en pleno auge.Aunque no es Rosario otra cosa que el punto de llegada. Los carteles de la droga mexicanos y colombianos, aliados con locales, han encontrado allí, y en especial en la porosa frontera del norte con Bolivia, el terreno abonado en una generación de jóvenes que naufragó sin oportunidades en medio de la crisis económica sucesiva a doce largos años de corrupción y favoritismo en la era Kirchner.Hoy, esos jóvenes se juegan el pellejo en todas partes. En el norte, en condición de ‘bagayeros’ (coteros de las mafias del contrabando) que cada vez juegan más el papel de ‘mulas’. En provincias como Santa Fe o en los cinturones de miseria de Buenos Aires, apropiándose de sus nuevos roles de expendedores de un mercado local creciente y de ‘soldados’ adiestrados para hacer cumplir el control territorial decretado por jefecillos en trance de capos.Las escasas herramientas con que cuenta la ley para enfrentarlos hace posible el surgimiento de nuevos carteles. En los últimos diecisiete años no llegan a diez los casos en que se pudo comprobar, y castigar el blanqueo de capitales. Pero el gran reto de las autoridades no está en la tierra sino en los cielos. Lo que los argentinos denominan como la ‘lluvia blanca’ es la violación del espacio aéreo de todo tipo de aeronaves provenientes del exterior que bombardean cargamentos de cocaína, luego camuflados para buscar puertos en el Viejo Mundo.El gobierno del presidente Mauricio Macri no la tiene fácil. Son muchos frentes en uno solo, que se suman a los que él encontró abiertos tras su ascensión al poder. Él y Argentina toda deben saber que no están solos; pero también, que la lucha que les espera será larga. El enemigo es grande y las experiencias de Colombia y México son lo suficientemente dañinas como para no enfrentarlo con decisión.

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