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La campaña desigual

Parece una broma que en pleno siglo XXI, en Venezuela se recurra a tantas mentiras para defender una candidatura. Pero es así, y en todas partes se ven estampitas de Chávez acompañando las neveras, las estufas y las viviendas que se reparten a cambio de los votos. Es la repetición de la corrupción que hizo posibles muchos de los sufragios que eligieron a un moribundo Hugo Chávez y del abuso del poder al encadenar los medios de comunicación para promover la figura de su sucesor, pegado de la imagen del muerto para reclamar lealtad mientras amenaza a quienes se atrevan a desafiar la maquinaria oficial.

3 de abril de 2013 Por:

Parece una broma que en pleno siglo XXI, en Venezuela se recurra a tantas mentiras para defender una candidatura. Pero es así, y en todas partes se ven estampitas de Chávez acompañando las neveras, las estufas y las viviendas que se reparten a cambio de los votos. Es la repetición de la corrupción que hizo posibles muchos de los sufragios que eligieron a un moribundo Hugo Chávez y del abuso del poder al encadenar los medios de comunicación para promover la figura de su sucesor, pegado de la imagen del muerto para reclamar lealtad mientras amenaza a quienes se atrevan a desafiar la maquinaria oficial.

Cargada de simbolismos, el pasado lunes se inició en Venezuela el proceso que el próximo catorce de abril decidirá al sucesor de Hugo Chávez en la presidencia del vecino país. Todo parece indicar que el peso del régimen y el control que ejerce en todos los aspectos del Estado, incluido el sistema electoral, serán protagonistas de primer orden para evitar que su candidato-presidente, Nicolás Maduro, pierda frente a la posición valiente y aguerrida de Henrique Capriles.Faltan once días para terminar la campaña más corta y más desigual en la historia de Venezuela. Por lo tanto es posible anticipar que casi todas las cartas están jugadas. Por parte del chavismo ya se sabe que lo que pretende es convertir a Maduro en el elegido por el difunto desde que en diciembre y antes de partir hacia Cuba le diera el dedazo que lo convertía en su heredero. Por eso, y además de usar el gobierno, el presupuesto, la justicia y la fuerza, lo que sigue es la mitificación del caudillo, cercano ya a un dios que se aparece en forma de pajarito a su candidato. No habrá pues una mención a la abrumadora crisis económica de Venezuela ni a las decisiones que deberán tomar en adelante para impedir el desabastecimiento que crece en el país vecino. Como tampoco hablará el régimen de decisiones para combatir la corrupción que alimenta a los validos del poder, llamados con justeza la “boliburguesía”. Y difícil será que haya referencias a la violencia callejera que azota a los venezolanos y a los grupos paramilitares que amenazan en las calles de Caracas. Ahora se usa el simbolismo del amor, la fe y la mística que según Maduro llevó a su patrocinador a influir en los cielos para que el cardenal Bergoglio fuera elegido como Papa. Parece una broma que en pleno siglo XXI, en Venezuela se recurra a tantas mentiras para defender una candidatura. Pero es así, y en todas partes se ven estampitas de Chávez acompañando las neveras, las estufas y las viviendas que se reparten a cambio de los votos. Es la repetición de la corrupción que hizo posibles muchos de los sufragios que eligieron a un moribundo Hugo Chávez y del abuso del poder al encadenar los medios de comunicación para promover la figura de su sucesor, pegado de la imagen del muerto para reclamar lealtad mientras amenaza a quienes se atrevan a desafiar la maquinaria oficial.Al otro lado está Henrique Capriles, el mismo que desafió a Chávez consiguiendo una votación admirable si se tiene en cuenta la desigualdad que afrontó. A diferencia del 2012 cuando prefirió convencer con su propuesta a confrontar al caudillo, el candidato de ahora es directo, frentero y beligerante al acusar al régimen. Y se ha empeñado en descubrir el verdadero talante de su contendor Maduro, destapando las mentiras que rodearon la muerte del presidente y la manera burda como manipularon su agonía. Es su manera de demostrar que Chávez era Chávez, pero Maduro es Maduro, un hombre que sólo representa a quienes se aferran al poder para resguardar sus propios y mezquinos intereses. Las cartas están echadas. Ojalá, el electorado venezolano logre cambiar el destino que le espera si el chavismo sin Chávez se perpetúa en el poder.

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