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La caída del califato

La caída del califato no implicará la erradicación del yihadismo, ni la terminación de la guerra en Siria y tampoco el final de los extremistas que han hecho tanto daño en Europa.

2 de julio de 2017 Por: Editorial .

La alianza encabezada por Iraq está a un paso de uno de los triunfos más importantes en la lucha contra el Estado Islámico. Tras la retoma de la mezquita de Al Nuri en Mosul, lugar sagrado en el que proclamó su califato hace tres años, la guerra parece tener un derrotero claro.

Si bien el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, afirmó que la captura de la simbólica mezquita significa el “fin del Estado de la falsedad”, otras voces han sido más cautas. Tanto el ejército de su país como los Estados Unidos, que lidera la coalición militar internacional contra el Estado Islámico, han sido más prudentes precisando que las acciones continúan en esta ciudad del norte y que no cesarán hasta liberarla en su totalidad del terrorismo que simboliza el EI.

Pero es innegable que la recuperación de Mosul constituye un duro golpe para los del Estado quienes se basan en el fundamentalismo y el terror. No hay que olvidar que desde allí se hicieron fuertes, proclamaron su guerra contra Occidente y planearon masacres que han estremecido al mundo. La retoma de la ciudad iraquí y la posterior huida del líder Abu Bakr al Bagdadi, son una buena noticia para el mundo libre y una confirmación de que el esfuerzo combinado de cerca de cincuenta países ha permitido dar el gran golpe a al grupo que más daño ha causado a la tranquilidad de todo el mundo.

Si bien la recuperación de Mosul marcará el final del tenebroso Califato en el lado iraquí de la frontera, en Siria el EI todavía controla Raqa y sus alrededores. Desde el lado de la alianza, la lucha allí es liderada por milicias kurdas con el respaldo de los Estados Unidos. Los expertos militares advierten que es inminente el desalojo de los terroristas de esta ciudad del noreste sirio, pero es aquí donde se abre un capítulo de grandes interrogantes.

El ejército del régimen del presidente Bashar al Asad, que se había mantenido al margen de esta zona, ha regresado con el apoyo de la aviación rusa y de milicianos chiíes de Irán, Líbano e Iraq. La clave para los rusos es asegurar el control de los yacimientos de petróleo en la zona, así como garantizar su presencia militar con bases militares en la costa siria.

Por su parte, Estados Unidos y Arabia Saudí pretenden impedir que Irán consolide su liderazgo en la región. Y el pueblo kurdo, también tiene su propia agenda y está a la expectativa de que occidente le reconozca su participación en la guerra al terrorismo apoyando su esfuerzo de construir la gran nación del Kurdistán. Algo que no se ve tan claro pues Turquía, otro país clave de la coalición, se opone a cualquier salida que implique un territorio para el pueblo kurdo.

Por lo pronto hay que prestar a la atención al general Stephen Townsen, al mando de la coalición internacional, quien ha reconocido que la liberación de Mosul y Raqa no supondrá la derrota del Estado Islámico. La caída del califato no implicará la erradicación del yihadismo, ni la terminación de la guerra en Siria y tampoco el final de los extremistas que han hecho tanto daño en Europa.

Esta batalla aún no ha terminado y eso lo sabe el general Townsen.

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