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La batalla por Mosul

Luego de una batalla larga y cruenta, Mosul, la ciudad donde fue proclamado el califato del Estado Islámico, cayó en manos de las fuerzas aliadas encabezadas por el Ejército iraquí.

11 de julio de 2017 Por: Editorial .

Luego de una batalla larga y cruenta, Mosul, la ciudad donde fue proclamado el califato del Estado Islámico, cayó en manos de las fuerzas aliadas encabezadas por el Ejército iraquí. Aunque es un gran golpe contra el terrorismo extremista, el final de la guerra está aún lejano.

Lo ocurrido en Iraq puede ser el nacimiento del Estado unitario. Golpeado por la invasión contra Sadam Hussein, el triunfo de ella supuso el fin de un régimen dictatorial y cruel manejado por la minoría sunita que golpeaba y perseguía por igual a chiítas y kurdos, los otros componentes de un país destrozado por la guerra. Al implantarse una democracia al estilo occidental, el deterioro de la legitimidad se combinó con el radicalismo islámico para engendrar lo que durante los últimos cuatro años ha sido la más grande amenaza contra la tranquilidad del Planeta.

Así, los militares adeptos a Hussein se convirtieron en líderes del aparato militar del EI que creó una zona entre Siria e Iraq en la cual impusieron la ley islámica y desde donde montaron la plataforma mortal para lanzar el terrorismo contra Occidente y contra cualquiera que se atreviera a enfrentarlo. Ahora, la victoria de Mosul fue posible por la unión de chiítas, kurdos y sunitas que recibió el respaldo de una coalición internacional encabezada por los Estados Unidos.

Se dice que está prácticamente terminada la batalla para retomar el control de esa ciudad, declarada la capital del califato. Pero, además del holocausto y el enorme desplazamiento que generó la llegada del EI y la consecuente respuesta, también es evidente su destrucción casi total, empezando por los símbolos religiosos y por todos los monumentos culturales e históricos de lo que pueden considerarse los primeros rastros del urbanismo de la humanidad.

Y pese a ello, la guerra contra el terrorismo de quienes transformaron al Islam en bandera de muerte y terror no ha terminado. Aún quedan muchas zonas en Iraq que deben ser liberadas, en las cuales viven aún miles de personas como esclavos sin derecho alguno. Para rescatarlos es imperioso mantener esa alianza que hizo posible confrontar y derrotar a quienes pretendieron desconocer los derechos de los iraquíes, musulmanes de cualquier tendencia y kurdos.

Esa alianza puede ser el inicio de una nueva etapa para la nación que tiene en su subsuelo una enorme reserva de petróleo. Y será posible siempre que las tres grandes comunidades mantengan su acuerdo para permitir la gobernabilidad e impulsar la convivencia que requieren los iraquíes. De lo contrario, les espera una nueva guerra y la posible e irremediable división de su país, con todas las malas consecuencias que acarreará.

También queda por liquidar la porción del Estado Islámico que aún subsiste en Siria, donde la devastación y la destrucción de los símbolos históricos han sido peor. Algo más difícil, en la medida en que allá hay una guerra civil contra la dictadura de Bashar Al Assad, además de que es el escenario del pulso por el poder entre Rusia y los Estados Unidos, combinado con el afán expansionista de Irán en Oriente Medio.

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