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La amenaza es real

Qué hacer con el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia y su efecto tanto en el exterior como dentro del país. Esa es la pregunta que vuelve a aparecer, cuando declaraciones del Secretario de Estado de los Estados Unidos se convierten en voz de alerta sobre una actividad que no hace muchos años causó un gran daño a la Nación y puso en peligro la estabilidad del Estado.

14 de junio de 2017 Por: Editorial .

Qué hacer con el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia y su efecto tanto en el exterior como dentro del país. Esa es la pregunta que vuelve a aparecer, cuando declaraciones del Secretario de Estado de los Estados Unidos se convierten en voz de alerta sobre una actividad que no hace muchos años causó un gran daño a la Nación y puso en peligro la estabilidad del Estado.

Las palabras del señor Rex Tillerson reflejan un hecho que es incontroverible: a finales del 2016, nuestro país llegó a 188.000 hectáreas sembradas de cultivos ilícitos, aquellos que son utilizados para elaborar las drogas, con una producción potencial de 710 toneladas de cocaína, a pesar de que las autoridades reporten que han aumentado las capturas y los controles.

Para responder al pedido del Secretario de revivir las fumigaciones, en especial con glifosato, el Gobierno argumenta que está aplicando una estrategia que combina la erradicación manual con programas dirigidos a involucrar a las ochenta mil familias que dice haber censado como sembradores de coca, para que abandonen esos cultivos y los cambien por productos alimenticios. Eso, según los responsables de la estrategia que encabezan el Vicepresidente de la República y el Ministro del Posconflicto.

Sin embargo, la inquietud en el Gobierno estadounidense ha venido creciendo ante la magnitud del área registrada por sus sistemas de información. También es incuestionable que el narcotráfico ha crecido en el país a través de múltiples formas que generan agrupaciones dedicadas a la venta callejera. Así se ha transformado en motor principal para la violencia que afecta a gran parte de los municipios, además de plantear un reto de grandes proporciones para ciudades como Cali.

Es decir, el narcotráfico no ha dejado de ser una amenaza y alimenta todas las formas de violencia frente a las cuales el Estado parece limitado para impedirlas. Y por si algo faltaba, ahora surgen asociaciones bien organizadas de sembradores que pretenden despenalizar esos cultivos y pueden llegar a desatar desórdenes como el que se produjo en Tumaco hace un mes.

En esas condiciones, el asunto ahora no es controvertir con los Estados Unidos ni hacer llamados a la soberanía. Sin duda, la decisión de combatir esa actividad debe ser autónoma y así ha actuado el Gobierno Nacional. Pero lo importante es reconocer que la amenaza es real y que debe existir una movilización decidida para impedir que el narcotráfico haga revivir las aciagas épocas en las cuales causó estragos y casi lleva a ser inviable nuestro Estado.

Lo que debe producirse entonces es una política clara que convoque a todos los colombianos para enfrentar el peor de los enemigos. El general Óscar Naranjo, quien se desempeña como Vicepresidente, conoce a fondo la amenaza y las implicaciones que tiene para nuestra sociedad. Ahora, como líder de la estrategia del Gobierno, es el llamado a responder las inquietudes que existen tanto en el exterior como dentro del país, y a convocar la unión que se requiere para contener y derrotar al narcotráfico.

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