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La Amazonía es una

Si una hectárea de bosque se quema en Bolivia, en pocas horas repercutirá en Ecuador; si un árbol se tala en Brasil, Surinam lo siente; si en Colombia se siembra un cultivo ilícito, a Perú le duele. Así de indivisible es la Amazonía, para la que no existen fronteras.

14 de agosto de 2020 Por: Editorial .

Si una hectárea de bosque se quema en Bolivia, en pocas horas repercutirá en Ecuador; si un árbol se tala en Brasil, Surinam lo siente; si en Colombia se siembra un cultivo ilícito, a Perú le duele. Así de indivisible es la Amazonía, para la que no existen fronteras.

El año anterior, cuando los incendios devastaron parte de la selva en Brasil y Bolivia, la preocupación fue para los nueve países que comparten el gran Amazonas. Tanto así que por iniciativa de Colombia en septiembre se realizó una cumbre presidencial con la participación de siete de ellos, exceptuando Venezuela y Guyana Francesa, en la que se hicieron unos compromisos que quedaron consignados en el Pacto de Leticia.

Esta semana se llevó a cabo el segundo encuentro para revisar cuánto se ha avanzado en tareas como reducir la deforestación o ponerle freno a actividades que tanto dañan a la Amazonía como la minería ilegal, la siembra de cultivos ilícitos o intervenciones indebidas como la construcción de carreteras en medio de la selva. La consecución de fondos financieros para adelantar los proyectos de recuperación y conservación también se puso sobre la mesa.

Como era de esperar no hay mucho para mostrar. Colombia redujo la deforestación en un 19%, bajando de 197.159 hectáreas taladas en el 2018 a 158.894 en el 2019. Noticia alentadora que sin embargo queda relegada cuando se conoce que en Brasil la pérdida de bosques tropicales creció un 34% en el último año, mientras que los focos de incendios forestales durante el mes de julio aumentaron en un 28% comparado con el año anterior.

La preocupación mayor es la posición del presidente Jair Bolsonaro de Brasil, que si bien respalda el Pacto y ratificó los compromisos firmados hace un año, sigue haciendo gala de su negacionismo, como quedó claro al afirmar que “un bosque tropical no se incendia, así que esa historia de que la Amazonía está ardiendo es una mentira”.

Para que cada una de las naciones firmantes ponga a andar las 52 políticas públicas que se necesitan para avanzar en la protección y recuperación de la Amazonía, hacen falta recursos que hoy no existen. La esperanza es que se concrete la propuesta del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, de crear un fondo para la bioeconomía de la región. Lo que no se sabe es cuánto se va invertir ni cuándo se desembolsará el dinero.

Recuperar la región amazónica es una tarea titánica, que no se consigue en un año. Son muchos los frentes en los que hay que trabajar, a cual más difícil como erradicar la minería ilegal y ponerle freno a la industria maderera ilícita; sacar al narcotráfico y acabar con sus cultivos; velar por la protección de los pueblos y comunidades indígenas, y aprender a hacer un uso sostenible de los recursos naturales.

La pregunta es si el Pacto de Leticia lo logrará, cuando hay antecedentes que terminaron en letra perdida como el Tratado de Cooperación Amazónica de 1978 o la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica creada en el 2000. El Amazonas no aguanta un fracaso más porque eso significará la pérdida de 740 millones de hectáreas donde están la cuarta parte de especies del Planeta, el 50% de bosques tropicales húmedos y produce el 20% de las fuentes de agua dulce de la Tierra.

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