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Hora de prepararse

La manera más sensata de enfrentar cualquier evento de la naturaleza es prevenir y anticiparse. La experiencia, costosa y dolorosa que ha vivido Colombia, demuestra que de poco vale actuar cuando la emergencia ya está en su apogeo.

7 de septiembre de 2018 Por: Editorial .

Otra vez las advertencias y los llamados para que todo el país se prepare para la llegada del fenómeno de El Niño en los próximos meses. Colombia ya conoce los efectos de una larga temporada de calor extremo y qué medidas deben tomarse para afrontarla. ¿Estaremos listos?

Las alertas entregadas por el Ideam hace un mes fueron corroboradas por los ministros de Agricultura, Vivienda y Medio Ambiente en los últimos días. Ya no es sólo una probabilidad, se sabe con certeza que en noviembre comenzará ese evento climático y que se extenderá por lo menos hasta el mes de marzo del año próximo. El país padecería estragos similares a los de finales del 2015 y el primer semestre del 2016 cuando las altas temperaturas llevaron a la peor sequía en décadas, con consecuencias económicas y sociales que sintió toda la población.

Sin el afán de crear alarmismo, las advertencias sirven para actuar a tiempo y tomar las decisiones que eviten las desgracias producidas por esa ola de calor que genera el calentamiento de las aguas tropicales del océano Pacífico. De las medidas que adopten los municipios y departamentos dependerá que se mitigue su impacto; la pregunta es si se cumplirá con ese objetivo o si se seguirá fracasando en el propósito de prevenir los efectos de los eventos climáticos.

Las consecuencias de un fenómeno como El Niño son de todo orden. La falta de agua o la posibilidad de un racionamiento eléctrico son algunas de las más graves por el choque directo que tienen en la población. El Valle ya lo vivió hace dos años, cuando la mayoría de sus municipios padecieron por el racionamiento del servicio de acueducto, hubo pérdidas irreparables en el sector agrícola y las tarifas del servicio de energía se incrementaron porque las hidroeléctricas no alcanzaron a abastecer la demanda.

El otro desastre que produciría ese evento natural es un aumento de los incendios forestales, lo que sería nefasto por ejemplo para Cali que ya lleva 407 de esas conflagraciones en lo que va del año, algunas tan graves como la que afectó la semana pasada al cerro de Cristo Rey y arrasó con 114 hectáreas de bosque seco tropical. Si alguna ciudad sabe cómo afecta una temporada de calor extremo a las reservas naturales, al medio ambiente y a la comunidad, en especial aquella que vive en zonas de ladera, esa es la capital del Valle.

Por eso hay que atender el llamado para que desde ahora se haga un manejo adecuado de las fuentes que abastecen de agua, se tenga un plan de uso racional de los recursos hídricos y se guíe a las comunidades para que ayuden en ese propósito. Los planes de contingencia deben activarse con la debida anticipación y se requiere contar con los presupuestos necesarios para llevar a cabo esas acciones. No hay por qué esperar a que la Unidad Nacional de Atención de Riesgos alerte sobre El Niño, cada oficina local y departamental debe trabajar desde ya en ese sentido.

La manera más sensata de enfrentar cualquier evento de la naturaleza es prevenir y anticiparse. La experiencia, costosa y dolorosa que ha vivido Colombia, demuestra que de poco vale actuar cuando la emergencia ya está en su apogeo.

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