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Hay esperanza

El panorama es más que preocupante: la acción de los seres humanos ha llevado a que el 81% de las especies animales y el 50% de las vegetales desaparezcan. No obstante, hay esfuerzos exitosos para recuperarlas y lograr posponer la sexta extinción de esas especies.

25 de mayo de 2018 Por: Editorial .

El panorama es más que preocupante: la acción de los seres humanos ha llevado a que el 81% de las especies animales y el 50% de las vegetales desaparezcan. No obstante, hay esfuerzos exitosos para recuperarlas y lograr posponer la sexta extinción de esas especies.

Como sucede cada 22 de mayo cuando se celebra el Día Internacional de la Diversidad Biológica, se conocen los datos estadísticos sobre las pérdidas de ecosistemas y especies que ha sufrido la Tierra. Y se habla de nuevo sobre cómo estamos repitiendo en un periodo de tiempo muy corto las grandes extinciones que hace millones de años acabaron con más del 50% de la vida sobre el Planeta.

La diferencia es que esas desapariciones obedecieron a eventos naturales, relacionados con la evolución del mundo o por fenómenos impredecibles como la caída de meteoritos. Ahora somos los seres humanos, que apenas representamos el 0,01% de la vida en el orbe y llevamos sólo 10.000 años de existencia, los que estamos ocasionando tal destrucción. La mayor pérdida se ha dado en los últimos 150 años, una paradoja si se piensa que es el periodo de mayor desarrollo para el mundo.

Los rinocerontes blanco y negro del África, la tortuga galápagos y la cabra de los pirineos que cinco décadas atrás aún se podían observar, ya hacen parte de la historia, mientras que en Colombia van por el mismo camino el oso de anteojos, el jaguar o los delfines de río. Se calcula que el 40% de las especies han perdido un 80% de su hábitat natural por la intervención del hombre o como resultado del cambio climático que muchos insisten en negar pese a contundentes evidencias.

De seguir así, se calcula que dentro de un siglo y con más de 10.000 millones de personas habitando el Planeta la sexta extinción sería una realidad. Claro que hay esperanzas en la medida en que hoy hay mayor conciencia sobre la necesidad de actuar para detener el daño ambiental que se está ocasionando y cuando varios proyectos para recuperar las especies amenazadas ya muestran avances.

El caso más representativo es el del oso panda gigante del que se ha logrado duplicar su población, o el del cernícalo de islas Mauricio que pasó de cuatro ejemplares en 1974 a 400 este año, mientras que el casi desaparecido cedro del Líbano se ha replantado con éxito. En esos y otros casos se debe reconocer el esfuerzo de las comunidades científicas para enmendar el daño causado o para darle al mundo nuevas oportunidades de vida, como lo hace por ejemplo el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, en Palmira al crear nuevas semillas alimentarias.

La alerta roja sigue encendida como recordatorio de que hay que hacer lo que sea necesario para evitar que la vida y la biodiversidad de la Tierra se acaben. La responsabilidad es de todos, de los dirigentes que tienen en sus manos enfocar sus políticas hacia la recuperación ambiental, de las entidades encargadas de hacer realidad las acciones y de cada ser humano que tiene el compromiso de salvar el entorno natural que lo rodea.

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