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Guerra contra los amigos

Lo que sorprende es que tal decisión afecte a países como Colombia, cuyas ventas representan una porción minúscula de las importaciones de los Estados Unidos y el Tratado de Libre Comercio está beneficiando de manera amplia a su contraparte.

4 de junio de 2018 Por: Editorial .

Como ya es su costumbre, el presidente de los Estados Unidos utilizó un tuit para comunicar a Europa, a canadá y a México, que les aplicará los aranceles al acero y al aluminio. Es decir, para confirmar que la guerra comercial será un hecho contra ellos, basada en razones de seguridad.

Los libros de Donald Trump son suficientes para entender su estrategia preferida en la negociación: presionar, amenazar con actos de fuerza, dar reversa y volver a atacar, hasta cuando la contraparte ceda y acepte las condiciones que pretenden imponérsele. Es decir, siempre debe haber un perdedor, así este sea un amigo al cual se necesita y con el cual se establecieron acuerdos para proteger intereses comunes.

En este caso, la contraparte son los aliados de todas las horas de los Estados Unidos, incluida Colombia. Ahora son rivales o enemigos que atentan contra la seguridad del poderoso país norteamericano, utilizando los tratados y convenios comerciales que han acordado en los últimos cincuenta años con gobiernos de origen tanto Demócrata como Republicano.

Esos acuerdos han servido para satisfacer la demanda de la industria y los consumidores estadounidenses, generando riquezas para todas las partes, aunque se ha llegado a un déficit comercial considerable en la que todavía se reconoce como la economía más poderosa del planeta. Es cierto que se esperaban medidas que redujeran el bache, en especial con China, la más beneficiada por el afán de consumo y el traslado de empresas norteamericanas que buscan beneficiarse de la mano de obra barata y la excepción de impuestos que no les ofrece su país.

Lo que sorprende es que tal decisión afecte a países como Colombia, cuyas ventas representan una porción minúscula de las importaciones de los Estados Unidos y el Tratado de Libre Comercio está beneficiando de manera amplia a su contraparte. Y que México y Canadá, países que durante veinte años han estado integrados a su vecino, ahora sean llevados al paredón por quien habla en serio con su proclama “America First”.

Capítulo aparte es lo que está aconteciendo con Europa, el aliado estratégico y político más importante de los Estados Unidos. Al parecer, sus servicios ya no son útiles y sus mercados ya no son necesarios para los productos de ese país. Y aquella alianza que permitía hablar de Occidente, que sirvió para derrotar amenazas como el nazismo o la Unión Soviética, es cosa del pasado.

Así entrará en vigor lo que el propio Trump ha denominado la guerra comercial. Aunque el presidente puede hacer lo que considere, es imposible desligar esa amenaza de sus compromisos con quienes votaron por él y de las próximas elecciones parlamentarias en los Estados Unidos, donde su Partido Republicano está en riesgo de perder las mayorías que posee.

La explicación de ese descenso en la favorabilidad del partido del Gobierno está, sin duda, en la política errática y confrontadora del presidente Donald Trump. Y pueda ser que su declaración de guerra a los socios y amigos de los Estados Unidos no llegue a producir desequilibrios y males peores dentro de la alarmada comunidad internacional.

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