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Garantías para el Cauca

Los siete muertos que aparecieron abandonados en Argelia, al sur del Cauca, así como los panfletos amenazantes que llevan días circulando en esa población, indican que la guerra entre grupos ilegales que se disputan el control del negocio del narcotráfico está llegando a todos los rincones del departamento.

4 de julio de 2018 Por: Editorial .

Los siete muertos que aparecieron abandonados en Argelia, al sur del Cauca, así como los panfletos amenazantes que llevan días circulando en esa población, indican que la guerra entre grupos ilegales que se disputan el control del negocio del narcotráfico está llegando a todos los rincones del departamento. Es el peligro que de nuevo se cierne sobre la región y demanda la reacción decidida de las autoridades para garantizar la seguridad y la tranquilidad de los habitantes.

Los reportes oficiales indican que seis de los siete cadáveres hallados en zona rural del corregimiento de Sinaí ya fueron identificados y al menos dos de ellos pertenecerían a disidentes de las Farc, incluido un desertor del programa de reinserción adelantado con la extinta guerrilla. La Policía también asegura que, contrario a las declaraciones emitidas por los voceros del ELN negando cualquier participación en los hechos, se interceptaron conversaciones entre dos de sus frentes en las que se hablaba sobre la retención y posterior ejecución.

De confirmarse su participación, quedaría demostrado una vez más que mientras los líderes de esa guerrilla se sientan en la mesa a negociar en teoría con el Gobierno, sus bases aprovechan para seguir atacando y delinquiendo en Colombia. Y que no existe la más mínima voluntad ni la intención de cesar sus actividades criminales o de dejar a un lado sus acciones terroristas.

No se necesita ahondar mucho para colegir que los hechos violentos cometidos en Argelia hacen parte de la ofensiva desatada por las organizaciones criminales por el dominio del narcotráfico, de los cultivos ilícitos y de las rutas por las que se exporta la droga. Ahí está la razón de los enfrentamientos que desde hace meses se presentan por igual en el sur y en el norte del Cauca, que han llegado a la zona rural de Jamundí, a escasos 20 minutos de Cali, y que afectan en general al Pacífico colombiano.

Lo que está sucediendo es muy grave, no puede ignorarse ni mucho menos tratarse como si fueran hechos aislados. Todo hace parte de la estrategia de los diferentes grupos al margen de la ley que como el ELN, las bandas criminales o las disidencias de las Farc, buscan apoderarse de departamentos como Cauca, Nariño o Chocó para expandir el negocio de las drogas ilícitas, imponer su imperio de terror y hacerse al control absoluto.

El resultado de todo ello es una espiral de violencia que amedrenta a poblaciones caucanas como Argelia, a comunidades como el Naya en el Pacífico vallecaucano o que no da tregua en Tumaco. Es la maldición del narcotráfico que se siente también en Cali, donde un alto porcentaje de los crímenes cometidos está ligado a esa actividad.

Por supuesto hay que reconocer el esfuerzo de las autoridades así como el compromiso de la Fuerza Pública para hacerle frente a la situación, brindarles seguridad y llevarles tranquilidad a los ciudadanos. Pero se necesitan acciones más contundentes para acabar con esas organizaciones criminales y con la guerra que las enfrenta, así como para cerrarle el paso al narcotráfico lo que incluye detener el crecimiento desmedido de los cultivos ilícitos. A esa amenaza hay que ponerle fin de una vez, por el bien de la Nación, en defensa del Estado de Derecho y el bienestar de todos los colombianos.

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