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Francia también

Francia está cerca de definir quién será su nuevo Presidente. A juzgar por lo que se está produciendo, su historia no será distinta a la de los países en los cuales la democracia se transformó en sinónimo de una profesión.

5 de marzo de 2017 Por: Editorial .

Francia está cerca de definir quién será su nuevo Presidente. A juzgar por lo que se está produciendo, su historia no será distinta a la de los países en los cuales la democracia se transformó en sinónimo de una profesión.

Un candidato, que tiene reales posibilidades de llegar a la Presidencia, será imputado en cosa de días por pagar con dineros públicos a su esposa. Una candidata, considerada como fija a la segunda vuelta, trata de evadir los señalamientos de los jueces de tener asistentes fantasmas que firman nómina y no trabajan.

No pasa en una república bananera. Sucede en la meca de la democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Es Francia, a las puertas de las elecciones que determinarán el sucesor de François Hollande y en el momento más complejo de su historia reciente.

¿Cómo es que el paradigma de la democracia no escapa a los escándalos de su clase política, de izquierda o de derecha, como se definió en la revolución francesa para identificar los adeptos a la monarquía y a sus detractores? ¿Cómo llegó hasta relegar lo trascendental, el debate sobre su futuro entre la aventura populista y el reformismo moderado?

François Fillon, llamado a gobernar a nombre de la derecha moderada, sufre el desafecto de los suyos, mientras se defiende de acusaciones de nepotismo, práctica corriente en esa nación, con la cual se aprovechan del poder público. A su vez, Marine Le Pen intenta esquivar las acusaciones de participar en decenas de contratos ficticios en la Eurocámara con el Frente Nacional, su partido.

En su defensa, ambos dicen se declaran víctimas de persecución política. Fillon, aduciendo que la justicia va más rápido de lo que acostumbra, y Le Pen, acusando de ideologizados a los tribunales. Ahora, el turno del clientelismo le toca a París, donde se descubre que la política dejó de ser una vocación para convertirse en profesión innoble en la que todo vale, comenzando por la prevalencia de los intereses individuales que privilegia a sus parientes y a quienes les sirven de círculo íntimo.

Además, sin reproche ético que lleve a estos dirigentes a renunciar a sus aspiraciones, como debiera ser. Y las consecuencias en Francia no serán menores. Todo indica que a Fillon lo sucederá el exministro Alain Juppé, una carta de última hora. Mientras que por los lados de Le Pen se cree que persistirá, a la manera en que actuaba su padre Jean Marie.

Todo indica pues que en el país galo puede producirse el fin de la hegemonía de los partidos tradicionales. Quien encarna la alternativa es Emmanuel Macron, banquero con aspiraciones de independiente. Mas, de ganar la Presidencia no tendría mayoría parlamentaria.

Así las cosas, no aparece el ‘hombre providencial’ del corte Napoleón o De Gaulle que los franceses reclaman. Como pasa en casi todo el mundo occidental, es la crisis del sistema que nació en Francia. A mes y medio días de la primera vuelta presidencial, ese país no es la excepción en un mundo en el que la politiquería, el oportunismo y la ausencia de una ética pública destrozan la fe en la democracia.

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