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Europa descansa

Luego de unas elecciones en las que primaron las especulaciones y la incertidumbre, Emmanuel Macron ganó la presidencia de Francia. Lo que sigue para él es consolidar en el Congreso una presencia de su nuevo partido que le permita gobernar con la tranquilidad que requiere su país para superar los desafíos que tiene hoy.

9 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Luego de unas elecciones en las que primaron las especulaciones y la incertidumbre, Emmanuel Macron ganó la presidencia de Francia. Lo que sigue para él es consolidar en el Congreso una presencia de su nuevo partido que le permita gobernar con la tranquilidad que requiere su país para superar los desafíos que tiene hoy.

Fue un triunfo contra la desinformación, la trampa electrónica y las extrañas similitudes que se están presentando en la política mundial entre Vladimir Putin y Donald Trump. Fue también un respaldo definitivo del pueblo francés a la Unión Europea, golpeada seriamente por el retiro de Gran Bretaña.

También fue el posible rejuvenecer de una política donde la decadencia de los partidos tradicionales llevó las elecciones a un empate inusual entre cuatro candidatos. Ante el gris desempeño del presidente Francoise Hollande del cual el ganador fue su Ministro de Hacienda, el partido socialista perdió su lugar en las preferencias y ya se habla hasta de su desaparición. Y la derecha naufragó en medio de los escándalos y la mediocridad de su dirigencia, dando paso al fortalecimiento del extremismo excluyente representado por la señora Marine Le Pen.

Así se impuso la habilidad de Macron para construir una opción de centro fresca y capaz de generar confianza entre los electores. Por eso su triunfo del 66% contra el 34% de su rival, con el cual derrotó los intentos de falsear la voluntad popular. Así le dio un respiro a su país y a la alianza que lleva seis décadas construyendo una Europa unida que se ve aliviada luego de una década en la cual se han puesto a prueba sus cimientos.

El triunfo de Macron es a la vez su gran reto. Venido de un ambiente distante de los manejos tradicionales del poder, el nuevo Presidente se enfrenta a la obligación de aliviar los problemas que presenta Francia en materia económica, política, racial y de seguridad. Su país es víctima preferida del radicalismo islámico, el ambiente social está enrarecido por los brotes de xenofobia, y las dificultades para asimilar la enorme migración musulmana y árabe. Y pese a ser la segunda potencia de la UE, su economía acusa los problemas que han puesto en aprietos al Estado de Bienestar y el exceso de gasto público, mal común a casi toda Europa.

Uno de los retos más importantes es el de cumplir en forma eficaz el papel de contrapeso al poder de Alemania dentro de la Unión. La debilidad de casi todos los gobiernos europeos, en especial el alarmante estado de sus finanzas, ha ocasionado el empoderamiento de Alemania, produciendo un desequilibrio que está entre las causas principales de las crisis en la UE. Recuperar el balance y tener en Francia a otro interlocutor en igualdad de condiciones será fundamental para cerrar los peligrosos vacíos que deja el retiro de Inglaterra.

Por todo lo anterior, la victoria del joven candidato significa un descanso para Europa. Y a la vez, la posibilidad de fortalecer los lazos que soportan a Occidente, afectados por las amenazas de Rusia y los confusos mensajes que despide el presidente de los Estados Unidos.

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