El pais
SUSCRÍBETE

Endemia nacional

"Cuando el Estado no encuentra cómo liquidar esas conductas antisociales, se inventa fórmulas de excepción, como si la culpa fuera de las normas y los delincuentes creyeran en ellas. Entonces aparecen múltiples figuras del Derecho transaccional, y la justicia como principio se acomoda a la decisión política, generando fracasos como el de la ley de Justicia y Paz".

31 de marzo de 2013 Por:

"Cuando el Estado no encuentra cómo liquidar esas conductas antisociales, se inventa fórmulas de excepción, como si la culpa fuera de las normas y los delincuentes creyeran en ellas. Entonces aparecen múltiples figuras del Derecho transaccional, y la justicia como principio se acomoda a la decisión política, generando fracasos como el de la ley de Justicia y Paz".

Por qué un país acosado por un mal endémico no encuentra la forma de combatirlo y sus dirigentes se empeñan en soluciones parciales e improvisadas que en muchos casos agravan la enfermedad en lugar de curarla. Esa es la gran pregunta de Colombia frente a la violencia que en sus múltiples expresiones le cierra las puertas al progreso, aumenta la desigualdad e impide la solución a los problemas sociales.Durante más de cinco décadas el país ha convivido con la guerrilla. Con pocas excepciones, los dirigentes nacionales han tratado el asunto como algo pasajero, propio de una insurrección que se agota en sí misma cuando no alcanza sus objetivos o las transformaciones les quitan su razón de ser. Y se ha tolerado casi que como un mal necesario, a pesar que se ha ido transformando hasta convertirse en una amenaza que usa el terror y se nutre del narcotráfico para causar daño mientras se apodera de enormes extensiones del territorio nacional.Pero los hechos, tozudos como son, han demostrado el efecto nocivo de ser tolerantes con ese fenómeno. Que entre otras consecuencias se convierte en un ejemplo a seguir ante la debilidad del Estado o las equivocaciones de los gobernantes al tomar decisiones. Así nacen los grupos bandoleros o los paramilitares que a su vez se transforman en las bandas criminales o en los innumerables grupos de delincuencia que golpean en las ciudades, en los barrios y en las cuadras de los centros urbanos donde hace carrera la idea de que la pobreza y las carencias autorizan a desconocer la ley y a violar los derechos comunes a la sociedad.Cuando el Estado no encuentra cómo liquidar esas conductas antisociales, se inventa fórmulas de excepción, como si la culpa fuera de las normas y los delincuentes creyeran en ellas. Entonces aparecen múltiples figuras del Derecho transaccional, y la justicia como principio se acomoda a la decisión política, generando fracasos como el de la ley de Justicia y Paz. Son las soluciones provisionales que se transforman en permanentes, y convierten a criminales reconocidos en respetables testigos para un órgano judicial acosado por la impunidad que deja a su paso en desconocer el Derecho como un valor que hace posible la convivencia de la sociedad Por su parte, la Justicia pierde su horizonte y se muestra incapaz de combatir el fenómeno. Mientras tanto, el sistema penitenciario deja de ser el recurso para imponer orden, transformándose en una colcha de retazos que desconoce la dignidad de los acusados y detenidos tanto como la importancia que tiene para proteger a la sociedad. Es entonces cuando fenómenos tan destructivos como el narcotráfico y la asociación para delinquir empiezan a tener una perversa y destructiva sanción social.Quizás la reflexión anterior parezca dura y no tenga una propuesta final para resolver el problema. Pero es un razonamiento necesario para impedir que Colombia siga padeciendo la endemia de la violencia de todos los orígenes que destruye vidas y crea pobrezas. Y seguirá causando daño mientras el Estado siga usando las excepciones a la ley para aplacar a quienes han hecho de esa violencia una forma de vida lucrativa y segura.

AHORA EN Editorial