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Empieza la reconstrucción

El Estado está obligado a buscar respuestas sobre lo que pudo causar la tragedia y a fijar las responsabilidades que sean del caso. Además, deben aplicarse los correctivos tanto en la ciudad abatida por la furia de la naturaleza como en el resto de municipios y asentamientos humanos en Colombia.

5 de abril de 2017 Por: Editorial .

Luego de los tristes sucesos de la semana pasada, Mocoa trata de levantarse de la tragedia para seguir adelante. Es el momento para que los colombianos demuestren su solidaridad y para que el Gobierno empiece a cumplir los anuncios que el presidente Juan Manuel Santos ha hecho sobre el apoyo que recibirá la capital del Putumayo.

Cinco días después de las avalanchas que sepultaron más de la mitad del casco urbano, los cuerpos de socorro y los familiares de las víctimas aún tratan de encontrar los cuerpos de quienes fueron sorprendidos el pasado viernes por la noche. Aunque se habla ya de 300 muertos encontrados, puede decirse que nunca se sabrá con certeza el número de quienes perdieron la vida en la peor de las tragedias de los últimos tiempos.

Pero hay que empezar a superar el mal momento. Por eso es esperanzador que las autoridades nacionales se hayan volcado sobre la ciudad para ofrecerle respaldo. En ese sentido, es importante destacar la declaratoria de emergencia económica y social, lo que le permitirá al Gobierno contar con mayor capacidad de respuesta frente a los enormes daños que se produjeron a una comunidad asentada en medio de la selva y con grandes limitaciones para reconstruir su ciudad, sus condiciones de vida y su futuro.

Ya el presidente Santos nombró como gerente de la reconstrucción de Mocoa al hoy ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. Se sabe también que están garantizados los recursos para la construcción del nuevo hospital, de la planta de acueducto, además del tratamiento especial a los deudores del sistema financiero. Y comienzan los movimientos con maquinaria pesada que despejarán el área afectada de las enormes rocas y las miles de toneladas de tierra y bosque que arrastró la furia de la corriente.

De otra parte, los empresarios de nuestro país ya se comprometieron en aportar recursos para la reconstrucción de la ciudad y de su tejido social, destrozados por el infortunado suceso. Y muchos colombianos han hecho donaciones económicas, así como entregado alimentos y materiales que, en lo posible, permitirán devolverles la tranquilidad a los habitantes de la ciudad.

Mención especial debe hacerse de las condiciones geológicas y ambientales que originaron los deslaves. Aunque un evento como el acontecido es imposible de evitar, sus efectos sí pudieron preverse. Ahora será difícil establecer si se tenía conocimiento de la amenaza, si las autoridades habían elaborado un mapa de riesgos como ordena la ley, y si existía la voluntad política de despejar las áreas que podrían ser escenario de lo que aconteció el pasado viernes.

El Estado está obligado a buscar respuestas sobre lo que pudo causar la tragedia y a fijar las responsabilidades que sean del caso. Además, deben aplicarse los correctivos tanto en la ciudad abatida por la furia de la naturaleza como en el resto de municipios y asentamientos humanos en Colombia. El cambio climático obliga a poner atención sobre los riesgos a que están expuestos los moradores de esas zonas, y sería imperdonable desentenderse de un asunto que amenaza la vida humana. Mocoa es la dolorosa prueba.

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