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El silencio de América

"Es el momento para que el Continente exprese alguna opinión que siquiera llame la atención sobre la forma en que el régimen que impera en Venezuela está usando la Constitución para asfixiar la democracia".

2 de junio de 2016 Por:

"Es el momento para que el Continente exprese alguna opinión que siquiera llame la atención sobre la forma en que el régimen que impera en Venezuela está usando la Constitución para asfixiar la democracia".

Con la invocación de la Carta Democrática que realizó su Secretario General, los gobiernos que conforman la Organización de Estados Americanos, OEA, están obligados a revisar la tragedia de Venezuela. Es el momento para que el Continente exprese alguna opinión que siquiera llame la atención sobre la forma en que el régimen que impera en ese país está usando la Constitución para asfixiar la democracia.Venezuela es una preocupación ya diaria para el mundo. Hace pocos días, el G-7 expresó sus temores. Antes, el papa Francisco había ofrecido los buenos oficios de la Iglesia Católica para tratar de resolver una crisis que va camino a un desenlace fatal si no se actúa con rapidez. Y desde muchas partes se ha denunciado el drama que vive el pueblo venezolano, acorralado por la escasez de alimentos y fármacos, cundido de violencia, de corrupción y medidas absurdas y prisionero de una inflación monstruosa que destruyó ya su capacidad adquisitiva.Pero América está en silencio. El origen de ese drama de nuestro vecino, cuyo gobierno nos tiró la puerta encima acusando a nuestros connacionales de toda clase de delitos, es la destrucción sistemática de las libertades y la democracia, mediante los recursos más insólitos para desconocer la voluntad popular. Su presidente, aliado con el poder Judicial y con el Consejo Nacional Electoral desconoce el mandato infinitamente mayoritario de los electores que el pasado 6 de noviembre rechazaron al chavismo. Y ahora, con argumentos tinterillescos, se niega a dar paso al referendo revocatorio que pide la oposición democrática para que sean los venezolanos quienes definan la continuidad o no de Nicolás Maduro y su partido al comando de Venezuela.Y los gobiernos que deberían reclamar ante lo que sucede en ese país, continúan callados tomando distancia de un caso que compromete el futuro de la región. Salvo las voces aisladas de uno que otro Presidente y la del Secretario General de la OEA, todo es dejar pasar. Quizás, los temores porque se les presente un reclamo parecido, o por intereses económicos, o por simple conveniencia, sólo se escuchan las tenues llamadas a un diálogo imposible entre el gobierno y la oposición.Y Unasur, el invento de Hugo Chávez y Lula Da Silva para imponer su ideología, se mueve para complacer al régimen, mientras el Alba reclama la no intervención, como si el acuerdo firmado en Lima en el 2001, que creó la Carta de la OEA, no fuera una declaración libre y voluntaria de sus 38 integrantes sobre su compromiso con la defensa de la democracia y el respeto a las libertades.Ahora, y a pedido del Secretario General, los miembros de la Organización se preparan para analizar la aplicación de ese compromiso solemne. Dados los antecedentes y los trámites que se exigen, es posible que todo culmine con otra invitación al diálogo que no conduce a solucionar la confrontación en Venezuela. Pero, por lo menos, los países de América, en especial aquellos que como Colombia están sintiendo en carne propia la tragedia de los venezolanos, ya no tendrán excusas para mantener el silencio que hasta ahora han preferido guardar.

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