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El sentido común

En el análisis del costo-beneficio está la clave para tomar decisiones definitivas sobre Santurbán y en general sobre cualquier pretensión de exploración y explotación en los páramos colombianos. Si se comprende dónde está la verdadera riqueza de Colombia será posible definir el camino a seguir.

9 de octubre de 2020 Por: Editorial .

En el análisis del costo-beneficio está la clave para tomar decisiones definitivas sobre Santurbán y en general sobre cualquier pretensión de exploración y explotación en los páramos colombianos. Si se comprende dónde está la verdadera riqueza de Colombia será posible definir el camino a seguir.

Oro se puede encontrar en cualquier parte, en mayor o menor cantidad.
El dilema es si vale la pena hacer una exploración expansiva que cause un daño enorme e irreparable y cuyo costo no compense los perjuicios ambientales y el daño social que se ocasionarían. El ejemplo es Dagua, en el Valle del Cauca, donde por una falsa expectativa se cometió una masacre ecológica y se generó un problema de muchas dimensiones que aún hoy sigue sin solución.

Es lo que no puede suceder en Santurbán ni en ningún páramo o subpáramo colombiano, donde la minería a pequeña o a gran escala puede tener unas consecuencias desastrosas. El asunto no tiene que ver con que se le entregue la concesión de la exploración y la explotación a una multinacional, como es el caso que hoy suscita polémica en el país, porque para efectos de la ley colombiana todos aquellos que tengan esas pretensiones son iguales y tienen que cumplir las normas y requisitos.

Lo que se tiene que debatir es el costo-beneficio. Si en un lado de la balanza están el negocio y los réditos económicos que generaría para la Nación la explotación minera en Santurbán, suponiendo que se encuentre la gran veta de oro que se cree hay en esa gran montaña, en el otro se tienen que poner el equilibrio ecológico y el costo ambiental que acarrearía para un ecosistema del que hoy depende una parte importante de Colombia.

En riesgo están el suministro de agua para dos millones y medio de personas que viven en Norte de Santander y Santander, incluidos el millón y medio de bumangueses. No se puede olvidar que en Santurbán y en los 36 sistemas de páramo que tiene Colombia, nacen los ríos que abastecen de agua al 70% de la población nacional, y si se dañan, además de acabar con unos ecosistemas fundamentales para el equilibrio natural, se lesiona la calidad de vida de los colombianos.

Por ello hay que preguntar qué es más valioso, si las vetas de oro que se puedan descubrir, las minas que se abran para poderlas explotar y los dólares que se puedan obtener de esa actividad, o proteger los páramos colombianos. ¿Se justifica poner en riesgo el medio ambiente y los recursos naturales del país? No se puede olvidar que ahí está la mayor riqueza con la que hoy cuenta Colombia, en especial si se mira de cara al futuro que le espera al Planeta.

Cuando se haga ese costo-beneficio se comprenderá que a los páramos hay que protegerlos, que el patrimonio ecológico del país es muchísimo más valioso que las minas de oro, o de platino, o de cualquier mineral que encuentren en el territorio nacional. No es cuestión solo de delimitaciones o de prohibiciones: es de hacer primar el sentido común y la responsabilidad con la vida de los seres humanos.

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