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El rescate del Cauca

"En cumplimiento de su obligación de defender el orden constitucional, la Fuerza Pública ha hecho una efectiva labor para desmantelar el poder que la alianza entre la guerrilla y el narcotráfico ha construido en la región. Pero se han presentado fallas en la acción del Estado en su conjunto".

15 de julio de 2012 Por:

"En cumplimiento de su obligación de defender el orden constitucional, la Fuerza Pública ha hecho una efectiva labor para desmantelar el poder que la alianza entre la guerrilla y el narcotráfico ha construido en la región. Pero se han presentado fallas en la acción del Estado en su conjunto".

La violencia de las Farc en el Cauca, el esfuerzo del Estado por acabar con su imperio de terror y la reacción de las comunidades indígenas, coparon la atención durante la semana que termina. ¿Qué hacer frente a la situación, cómo enfrentarla y cómo lograr que las comunidades hoy en medio del conflicto recuperen la tranquilidad y el progreso a que tienen derecho como ciudadanos de Colombia?Para entender la situación de la región más golpeada por la guerra en los últimos meses, hay que empezar por reconocer que es consecuencia de décadas de abandono del Estado. De allí que varios movimientos insurgentes hayan elegido las montañas del Cauca, entre ellos las Farc que han establecido una de sus retaguardias en la zona, donde se aloja el cabecilla del sexto frente que es a su vez el guerrillero más viejo del mundo y a donde se desplazó el jefe máximo de esa agrupación, en su infructuoso intento por evadir la persecución de la Fuerza Pública. Durante décadas, la ausencia del Estado dio paso a la ilegalidad. Y como es obvio, las comunidades asentadas en la región debieron convivir con ella. Eso explica en parte la complejidad de la situación que hoy enfrentan las autoridades en el rescate de esa zona, de importancia estratégica indudable por su ubicación geográfica. Además de convertirlo en refugio seguro, ese mundo de los cultivos ilícitos y el narcotráfico es la fuente de recursos y riquezas para los jefes de las Farc. En cumplimiento de su obligación de defender el orden constitucional, la Fuerza Pública ha hecho una efectiva labor para desmantelar el poder que la alianza entre la guerrilla y el narcotráfico ha construido en la región. Pero se han presentado fallas en la acción del Estado en su conjunto. Porque el asunto no es sólo de entregarles tierras a las comunidades indígenas, sino de garantizar la supervivencia y asegurar el respeto por las culturas y las tradiciones de sociedades como las de Toribío, El Palo, Miranda, Corinto, Argelia o Santander de Quilichao, que son sujetos del terror con el cual pretenden obligarlas a respaldar el mundo de la ilegalidad que tratan de imponerles.También es innegable que existen colaboradores de las Farc y del narcotráfico, que denominados ‘milicianos’ son ayudas eficaces del terror. La pregunta es cómo lograr que esas comunidades colaboren en el propósito de derrotar la ilegalidad, y a la vez cómo hacer para que no sigan en medio del fuego cruzado. Por supuesto, eso no se logra desalojando a la Fuerza Pública ni desmantelando las instalaciones construidas para defender. Pero tampoco se alcanza desconociendo las voces que reclaman atención. En una decisión que debe ser reconocida, el presidente Juan Manuel Santos se hizo presente en Toribío para hacerle frente a la emergencia que vive el Cauca a causa del esfuerzo que realiza el Estado para desterrar el mundo de la ilegalidad que había sentado sus reales en esa región. Por encima de polémicas innecesarias y perjudiciales, esa actitud del Primer Mandatario debe ser el punto de partida para la recuperación del Cauca y la reconciliación con quienes allí son víctimas de la violencia.

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