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El regreso a la normalidad

Cataluña urge volver a ser el territorio que sus gobernantes quisieron convertir en terreno fértil para el nacionalismo obtuso, que no valoró el grado de prosperidad y estabilidad alcanzados como miembros de España.

29 de octubre de 2017 Por: Editorial .

Una vibrante prueba de unidad contra la división y de respaldo al orden constitucional dieron ayer cientos de miles de catalanes que marcharon por las calles de Barcelona. Así respondieron a la proclamación ilegal de la república catalana de los secesionistas, propósito que fue desmontado por el Gobierno de España al intervenir la Generalitat.

Aplicando el Artículo 155 de la Constitución y con el respaldo de los principales partidos de su país, Mariano Rajoy empezó a desarticular el conflicto, dejó sin funciones al presidente del gobierno de la autonomía de Cataluña, a su gobierno y al parlamento. “Hay que volver a la ley y a la concordia y la mejor manera de hacerlo es con unas urnas limpias y democráticas”, dijo, y anunció que el 21 de diciembre se llevarán a cabo las elecciones autonómicas en Cataluña.

De esta forma, el gobierno español optó por una salida efectiva y breve, que solo se extenderá por menos de dos meses. Con esta decisión, Rajoy logró evitar los daños colaterales que se vaticinaban con una toma de control larga y desgastante desde Madrid de todas las instituciones de Cataluña. El gobierno español envió así un mensaje de tranquilidad, pero sobre todo de orden y respeto por la Constitución.

La marcha de ayer, en la que participaron más de un millón de personas, fue una clara muestra de que una mayoría de catalanes quiere continuar unido a España, destapando las mentiras sobre las que han montado el separatismo. También quedó demostrado que las motivaciones de Puigdemont y quienes están a la sombra acusados por corrupción, obedecían a una agenda de intereses racistas y excluyentes. Centenares de banderas españoles se vieron ondear, mientras los gritos de “Todos somos Cataluña”, “España, unida, jamás será vencida” y “Puigdemont, a prisión”, fueron coreados por la multitud.

Sin embargo, a pesar de esta muestra de respaldo a las decisiones del gobierno español, hay que dejar en claro que el daño ocasionado por las intenciones separatistas de la corte de Puigdemont está hecho. Para empezar, desde el punto de vista económico la afectación es grande. Esta crisis le provocará a España una pérdida del 0,3% de su Producto Interno Bruto para el próximo año.

Hasta el momento se han marchado de Cataluña 1.700 empresas, incluidos grandes bancos, industrias y servicios. Como si fuera poco, Barcelona es una de las joyas de la corona del turismo mundial y la contracción ha sido dramática. Los espectáculos han registrado una caída en la venta de entradas del 30%. Además, las continuas movilizaciones y la incertidumbre por lo que iba a ocurrir han hecho que se pierda el 20% de las reservas hoteleras de aquí a diciembre.

De allí que sea tan importante el tránsito hacia la normalidad que ha trazado el gobierno español. Quedará pendiente un pronunciamiento sobre la independencia en un plebiscito legal y neutral. Cataluña urge volver a ser el territorio que sus gobernantes quisieron convertir en terreno fértil para el nacionalismo obtuso, que no valoró el grado de prosperidad y estabilidad alcanzados como miembros de España.

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